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El tono

La última moda (o el último recurso) entre los políticos es no andarse con miramientos y soltarla bien gorda

F. L. CHIVITE
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Una de las más peligrosas tentaciones de la inteligencia es, como bien sabemos, la de intentar pasarse de listo. O, como lo formularía el afilado Lichtemberg: «La superinteligencia es una de las modalidades más despreciables de la necedad». Un fenómeno que, por lo demás, está adquiriendo dimensiones colosales en los adorables tiempos modernos. Para empezar me quedo perplejo con la frase estelar de la nueva secretaria de Estado de Investigación e Innovación, Carmen Vela, cuando, en respuesta a las críticas por los tremedos recortes a la ciencia, afirma audazmente que «en España sobran científicos». ¿No les parece maravilloso? Desde luego, comprendo que es arriesgado hacer declaraciones en tiempos de crisis, y más dado el alto nivel de ironía que últimamente afecta a los medios. Lo curioso es que al parecer y puesto que resulta inevitable hacerlas, la última moda (o el último recurso) entre los políticos es no andarse con miramientos y soltarla bien gorda. Sin contemplaciones. En ese sentido, la derecha es mucho más desinhibida que la denominada izquierda. Mucho más suelta de lengua. Otro ejemplo: la ministra de Empleo, Fátima Báñez, no tiene ningún pudor en encomendarse a la Virgen para que nos saque de la crisis. Como lo oyen. «De la Virgen un capote siempre llega», ha comentado graciosamente ante los periodistas. En fin, la señora Báñez puede, por supuesto, ser todo lo devota de la Virgen que quiera, faltaría plus, pero no parece de recibo que, con la que está cayendo, toda una ministra de Empleo haga pública su confianza en la ayuda de la providencia para solucionar el problema del paro. En fin. Luego nos oyen en Europa y pasa lo que pasa. Que hasta los mendigos alemanes intentan parecer españoles para dar más penita.

De todas formas, respecto a esta suerte de desparpajo y petulancia verbal que caracteriza al PP y que, sin duda, marca estilo (también en las altas instancias de la judicatura), hay que reconocer que adquiere una especial vistosidad en el caso de las mujeres, entre las que destacan, naturalmente, Rita Barberá y sobre todo la insuperable Esperanza Aguire, decana en bizarría y experta en evasivas y maniobras de distracción. A ellas se suma, desde luego, la vicepresidenta Sáenz de Santamaría que el otro día, en la presentación de un libro, opinó que «por la crisis los españoles han recuperado valores perdidos». Uf, la aparente sensatez de la frase puede tornarse equívoca en función del tono que se utilice al soltarla, claro. Y ya digo que las circunstancias nos están volviendo a todos extremadamente suspicaces.

Supongo que la austeridad puede considerarse un valor, no digo que no, pero suena muy cínico según quien lo diga. Mucho. Así que cuidado con el tono, por favor. Nos hacemos odiosos cuando equivocamos el tono, fingir ignorarlo es estúpido.