Al filo del rescate
El Gobierno no puede permitirse más deslices para asegurarse una inyección bancaria de la UE sin excesivas contrapartidas de ajuste
Actualizado:Los rumores sobre una inminente solicitud de rescate bancario por parte española, el mismo día en que Barack Obama hacía un llamamiento a la pronta capitalización de las entidades europeas más debilitadas, llevaron ayer al Gobierno a reiterar sin demasiado énfasis que no adoptará decisión alguna hasta conocer el resultado de las dos auditorías independientes, cuya recepción se fijó ayer para el próximo 21 de junio. A diferencia de otros momentos en los que la circulación de informaciones más o menos alarmantes trascendía el ámbito de su exposición mediática hasta generar tensión en los mercados, las fluctuaciones bursátiles de ayer denotaron más la prolongada espera a que se conozca la magnitud del rescate que la existencia de movimientos oportunistas. El Gobierno haría mal en confiar en que, una vez que el FMI haga públicas sus conclusiones pasado mañana, los diez días que resten para conocer el resultado de la evaluación de las dos consultoras vayan a transcurrir sin más incidencias. Ha de tenerse en cuenta que junto a la incógnita sobre el monto global que se precise para la recapitalización bancaria deberán precisarse tanto su reparto por entidades como las dotaciones que se exijan a cada una de ellas. Además, tampoco puede darse por descontado que los resultados de las auditorías no sean objeto de discusión, tanto en el ámbito nacional como en instancias europeas e internacionales. La perspectiva de tal eventualidad y los interrogantes sobre la fórmula definitiva que adopte el rescate anunciado como 'blando' aportan suficientes elementos para la especulación como para prevenir una semana y media de convulsiones y diatribas sin que el Gobierno pueda permitirse más deslices públicos. Sobre todo porque, al mismo tiempo que mercados y gobiernos parecen dar por descontada una salida razonable a las necesidades de capitalización de la banca española, es lógico pensar que surjan desavenencias políticas y tensiones financieras que tiendan a condicionar las decisiones últimas de los reguladores. Lo que ocurra en el tiempo de espera determinará también las condiciones económicas que acompañen al rescate que el Gobierno trata de ajustar a la medida española.