Los siete años mágicos de Rafael
El Prado explora con 'El último Rafael' el talento maduro del pintor más influyente de la historia del arte | Se alía con el Louvre en una muestra histórica e irrepetible que reúne casi 80 piezas del maestro de Urbino y su taller
MADRIDActualizado:Los últimos siete años de los 37 que vivió Rafael, (Rafaello Sanzio, Urbino, 1483-Roma, 1420) son una insólita concentración de genialidad y fértil talento. Un período mágico y triunfal nunca explorado en una exposición y que ahora revisa el Museo del Prado en alianza con el Louvre en una muestra histórica, 'El último Rafael', que la reina Sofía inaugura el lunes. Con cesiones excepcionales de grandes museos y colecciones de todo el mundo y patrocinio de la Fundación Axa, ha logrado reunir casi ochenta piezas, más de 40 óleos y casi 30 dibujos, de este genio universal de la pintura, el más influyente, para muchos, de la historia del arte.
Repasa los logros finales de un talento precoz, poderoso e indómito que con poco más de 25 años llegó arrasando y para quedarse la misma Roma en la que imperaba el genio de Miguel Ángel. Además de pintor, fue arquitecto y jefe de antigüedades, grabador, diseñador, insaciable amante, intrigante conspicuo, casi cardenal, e implacable hombre de negocios que no descuidó la vertiente crematística de su arte.
La muestra recorre esos siete años mágicos y gloriosos que coinciden con el inicio del pontificado de León X en 1513 y la muerte del artista en 1520, el mismo día que cumplía 37 años. Es un periodo crucial en el que Rafael afianza e impone el talento que hicieron de él el pintor más influyente del arte occidental, un influjo que llegará hasta el siglo XX. Es una exposición "inédita y difícilmente repetible en varias generacines" según Miguel Falomir, jefe de pintura italiana del Prado e impulsor de la muestra, que supera con mucho a las realizadas en Londres (2004) Roma (2006) y Urbino (2009), centradas en su obra de juventud.
"Tenemos un apabullante conjunto de obras tardías del pintor que mejor encarna los ideales del Renacimiento, uno de los mayores genios de la pintura, sin el que no entenderíamos el devenir de la Edad Moderna" resume Miguel Zugaza, director del Prado. Para Zugaza, el Prado culmina "uno de los proyectos de investigación, restauración y expositivo más complejos de sus últimos años".
Entre las 44 pinturas y 28 dibujos hay préstamos impagables, como el de 'Santa Cecilia' (1516) de la Pinacoteca Nazionale de Bolonia, que jamás había viajado, o los retratos de Baldassare Castiglione (1519), del Louvre, y el de Bindo Altoviti (1516), de la Galería Nacional de Washington. Entre los dibujos, los del Louvre, el British Museum y la colección real británica, que por sí mismos merecerían una exposición y que son una prueba palmaria de la genialidad de su autor.
En sus seis ámbitos temáticos, la muestra expresa, según Zugaza, "la madurez del genio de Rafael y la complejidad de su taller". Se propone delimitar las a veces difusas fronteras entre la obra original de Rafael y le excepcional producción de su 'bottega', una factoría con más de 50 artistas entre los que destacaron sus dos grandes discípulos, los pintores Giulio Romano (h.1499-1456), su heredero, y Giovanni Francesco Penni (1488-1528), a los que la exposición presta una atención especial.
Cuatro siglos antes que Warhol o Hirst, hizo Rafael de su 'bottega' una máquina de hacer dinero. "Era un artista global que murió joven pero tan forrado como Miguel Ángel. Es imposible saber hasta dónde habría llegado con un vida más larga" explica Miguel Falomir.
Deuda saldada
El Prado ofrece una ocasión única para comparar la pintura y la influencia del mago del cinquecento con el genio del XVII que le destronó del corazón del Prado, Diego Velázquez, para muchos las dos cimas indiscuibles de la pintura universal. "Cuando en 1819 se abrió el museo del Prado el mayor reclamo era Rafael no era ni Tiziano, ni Velázquez o Goya. Era Rafael.
'El pasmo de Sicilia' era su gran tesoro y doblaba en valor a 'La rendición de Breda', los dos cuadros más caros de la colección", explicó Falomir. "Hubo que esperar hasta 1899 a que cambiara el paradigma y Rafael abandonara la sala XII, el sancta sanctorum del Prado, para dar paso a Velázquez. La exposición salda así en alguna media una deuda que el Prado tenía con Rafael".
La pinacoteca madrileña cuenta con ocho obras del maestro de Urbino, de las que seis están en la muestra junto a las piezas míticas cedidas por el Louvre, que recibirá la muestra entre octubre y enero de 2013. Ambos museos atesoran el mayor número de obras de Rafael y su taller producidas en los siete últimos y triunfales años de vida del maestro. Junto a las tablas para altares, Sagradas Familias, Madonnas, retratos y obras narrativas de esta última época, destaca la copia del taller de 'La transfiguración' (1515-1520) que atesora el Prado. Es la última, fastuosa y gigantesca tabla de Rafael, joya del Vaticano y compendio de toda su pintura, que jamás ha dejado su emplazamiento original. La copia está en la sala 39 del edificio Villanueva, junto a buena parte de treintena de dibujos realmente excepcionales.
Lo mejor de la obra de Rafael está, según Falomir, en los retratos como el del Papa Julio II, y en los de su amigos, como el de Baldassare de Castiglione, "realizado en plena libertad y recreándose; dejando de lado la inseguridad de su lienzos florentinos". Vemos así a un Rafael que goza retratando a amigos conocidos y que no se implica tanto en los de aristócratas y papas, como los de Lorenzo y Giuliano de Medicis o el del cardenal Bernardo Dovizi de Bibbiena. El último cuadro del muestra es el ambiguo y genial 'Autorretrato con Giulio Romano' acabado por Rafael poco antes de su muerte y cedido por el Louvre. Según el profesor Tom Henry "parece que Rafael está pasando la batuta de forma simbólica a su ayudante".