El paro atrae a los buitres

Cabría pensar que son unas decenas de personas desesperadas que han hecho trampas para obtener una paga que permita la supervivencia de sus familias. Pero desgraciadamente, esa cándida observación del caso supondría que los presuntos canallas verdaderos se fueran de rositas. El caso de la multitudinaria estafa a la Seguridad Social en la Sierra de Cádiz, con epicentro de nuevo en Ubrique, demuestra sobre todas las cosas que siempre hay alimañas dispuestas a sacar beneficios de cualquier situación, por difícil o trágica que resulte para los que la sufren.

Según la brillante operación de la Guardia Civil, que debe ser respaldada por la autoridad judicial, tres parientes habían formado una red que pedía dinero a familias desesperadas para buscarles un subsidio de paro haciéndoles pasar de forma ficticia por trabajadores a través de documentación falsificada. Es decir, que la desesperación de muchos de los ahora denunciados era la garantía de ingresos para los cabecillas del asunto. Este eficaz trabajo policial supone un aviso para navegantes. Los que cobran subsidios de forma tramposa y, sobre todo, los que se forran apresuradamente pergeñando esas irregularidades son los primeros enemigos de un sistema solidario creado para intentar repartir fondos de subsistencia entre los que más lo necesitan.

Si un tribunal demuestra ciertas las acusaciones, los cerebros de esta gran estafa no estarán, éticamente, muy lejos de los que forman redes de explotación sexual o inmigración ilegal, y de todos los que se aprovechan de la necesidad y desesperación ajena para poner la mano y abrir la cartera a una lluvia de billetes que siempre están dispuestos a aportar, a escote, los que están obligados a entregar lo poco que ya les queda a cambio de algo de futuro y, sobre todo, de presente.