Economia

LAS TAREAS DE HÉRCULES

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Fernández Ordóñez se va del Banco de España con mucha pena y muy poca gloria. Llegó entre silbidos, por su excesiva implicación con la política, y se va entre pitos, por su nefasta gestión de la crisis bancaria española. Tiene un dato a su favor, que es de agradecer, y que consiste en que calla, cuando casi todos en su lugar no hubiesen parado de hablar, impulsando la imagen actual de descontrol. No creo que sea suya toda la culpa del desaguisado -que mezcla el desastre en la reordenación de las cajas con el calvario en la reputación de los bancos-, pero no hay duda de que su responsabilidad era haber atajado los problemas antes de que se pudrieran y haber encontrado soluciones antes de que se hundiera medio sector. Y no lo ha hecho. Total, que se marcha en el peor de los momentos y de la peor de las maneras. Criticado por tirios y troyanos, desprestigiado ante los ciudadanos, ninguneado por sus pares europeos e inerme ante la tormenta. Ni ha conseguido culminar su mandato, ya que se va un mes antes, con la mejor demostración de que no sale andando por la puerta sino empujado por la ventana.

Los entrantes, Linde y Núñez, tienen de inicio un gran tanto a su favor. Dada su composición, el tándem ha sido elegido por consenso. Esto debería ser algo normal, no una circunstancia extraordinaria digna de ser reseñada, pero es excepcional en este país de nuestros dolores, en donde Caín y Abel intercambian sus papeles cada día. Además, ambos disponen de la capacitación técnica suficiente para encarar los problemas y sortear las dificultades. Que, por cierto, no son ni escasas, ni reducidas.

La primera tarea a la que se enfrentarán consiste en encontrar la fuente que proporcione la liquidez necesaria para reparar los daños producidos en las cajas. Y si, como esperamos, esa fuente se encuentra en Bruselas, tendrán que negociar las, sin duda alguna, duras condiciones de uso. Luego, sufrirán las «intromisiones» europeas en las auditorias bancarias encargadas para cubicar los famosos activos tóxicos de la banca. Mientras tanto, podrán rezar para que el resultado no aumente el tamaño de las provisiones a efectuar hasta límites que los bancos no sean capaces de soportar con sus propios fondos. Más tarde, deberán culminar el proceso de fusiones que está inacabado y que, probablemente, necesite retoques en lo ya realizado. Y, por último, habrá que recomponer la maltrecha imagen de nuestro sistema financiero. Fuera, debido a su débil solvencia; dentro, a causa de su desprestigio social. La gente no cree en los bancos, no espera gran cosa de ellos e, incluso, empieza a evitarlos. Hércules lo tuvo más fácil. Que tengan suerte.