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Otro gran 'noescándalo'

El PP no va a permitir que el Congreso se convierta en un desfile de la Pasarela Cibeles de Génova

TEODORO LEÓN GROSS
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No habrá 'caso Bankia'. En apenas una semana ya es obvio que la Bankiarrota va a convertirse en el último 'noescándalo'. Nada raro; los 'noescándalos' constituyen toda una seña de identidad nacional. Echando la vista atrás, desde la Transición hay decenas de episodios amortizados a beneficio del inventario de la Historia sin investigar más allá de la corteza. Desde la trastienda turbia del 23-F a las pistas destruidas del 11-M, desde la tómbola de Rumasa a las privatizaciones del aznarismo, del 'caso Kio' con la sombra del Rey a la banca en Filesa, y tantos otros cerrados sin depurar a fondo. El 'ni Flick ni flock' de Felipe es la marca de la casa. No se trata de conspiranoias, sino de una inercia de impunidad. Y el agujero negro de Bankia se va a tapar bajo veinte mil millones sin abrir los cajones ni levantar las alfombras.

La casta política ha desactivado este asunto incómodo. La comisión de investigación solicitada por el PSOE es solo bajo la convicción de que el PP no aceptará; un farol sencillo. En minoría se exponen a salir malparados porque el rodillo gubernamental fácilmente reconvertiría la comisión en un proceso sobre la supervisión fallida del zapaterismo que presumía en las cancillerías del mejor sistema financiero del planeta, o incluso interplanetario en clave Pajín. Pero el PP no va a permitir que el Congreso se convierta en un desfile de la Pasarela Cibeles de Génova, puesto que CajaMadrid les servía de sucursal para reservistas, y allí estaba el secretario general del PP implicado en el oscuro caso de votos gambeteados que hizo presidenta de Madrid a Esperanza Aguirre; el exministro Acebes, Mercedes de la Merced, el exsecretario de Estado de Hacienda, y todo un largo listado sonrojante. Colocar Bankia bajo los focos destaparía ese entramado de personajes de la pomada del partido, una incómoda foto de familia de la nomenclatura de la gaviota bajo la sombra del nepotismo, ahora que circulan retablos dinásticos con los cargos del hijo de Calvo Sotelo, la mujer de Aznar, la sobrina de Fraga, el hermano de Cospedal, el marido de Soraya, el cuñado de Arias Cañete, el concuñado de Montoro, nombres y nombres infiltrados en la cartografía enmoquetada del poder.

No se va a investigar la gestión abracadabrante de la última década en Bankia y en todo el sistema financiero. El ministro Guindos ha dictaminado que esto sería «espíritu vengativo». Ahí queda eso. Aspirar a conocer la verdad ahora es 'espíritu vengativo'. Para una democracia bananera puede servir de criterio; o para cualquier lugar donde la transparencia es sólo un fetiche retórico. Ya no se trata de si este es o no el mejor momento; definitivamente ya nunca ocurrirá. Una vez más.