Héctor Alterio y Bruno, el protagonista de 'La sonrisa etrusca', tienes algunas circunstancias vitales en común. :: LA VOZ
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«No me preocupa la muerte, si la temiera, no podría vivir»

Héctor Alterio encarna a un abuelo moribundo y lleno de amor en 'La sonrisa etrusca', una adaptación teatral de la novela de Sampedro

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«Le estaba esperando», dice nada más descolgar el teléfono. Pero aguardaba por un sentido estricto de la puntualidad, y no porque no tuviera cómo o con quién llenar su tiempo. A sus ochenta y tantos, el intérprete argentino Héctor Alterio sigue alerta, a la espera. Y eso lo hace por curiosidad y por sus ganas de aprender. Como si no fuera ya un maestro, un señor de la escena y padre de una saga de actores. Sabedor de que la vida le depara aún experiencias imborrables. Como Bruno, el protagonista de 'La sonrisa etrusca', la adaptación de la novela de José Luis Sampedro que se presentó ayer por primera vez en el Falla después de 120 representaciones. Le acompaña, otra grande, Julieta Serrano.

-¿Que fue lo primero que se le pasó por la mente cuando recibió este papel?

-Para responder me tengo que retrotraer 25 años atrás, cuando leí la novela. Me emocionó, me divirtió, me entretuvo, pero no aportaba la curiosidad de que pudiera convertirse en una obra de teatro y mucho menos de que con el tiempo yo sería su protagonista. Por eso, cuando recibí el papel, más allá de la alegría del trabajo, y al volverla a leer, me volvió a pasar lo mismo. Me conmovió igualmente y eso es algo que se mantiene en la función.

-¿Teme un hombre que ha rebasado los 80 a la muerte?

-No, para nada, porque si no no podría vivir. Estoy totalmente independiente de esa tensión que sufre la gente a mi edad o cuando está enferma. No pienso en la muerte porque sigo teniendo curiosidad por la vida y sentido del humor, así que no me preocupa en absoluto.

-Bruno, su personaje en 'La sonrisa etrusca', se parece en varias cosas a usted, o al revés.

-Sí, hay coincidencias significativas. Mi origen es italiano, del sur, y soy abuelo, como él. De alguna u otra forma todo eso ha contribuido a formar el personaje, junto a la curiosidad que ya de por sí me da un personaje nuevo. He de decir después de 120 funciones este personaje me sigue divirtiendo, aún buceo en su personalidad para sacarle más cosas. Lo hago porque forma parte de mi trabajo, pero también porque ahí es precisamente donde radica la alegría de mi trabajo.

-Si tuviera que definir a su personaje con una palabra...

-Honestidad. Es un personaje marcado por el sentido del humor y la perserverancia. Es un hombre con un cáncer que sale del sur al norte, con todas las confrontaciones antipáticas que todo eso puede conllevar. En casa de su hijo conoce el amor de su nieto y le llega un amor crespuscular con una mujer algo más joven (Julieta Serrano). Aunque le queda poco tiempo de vida, él vive esos amores como si le quedara toda vida por delante.

-¿Cree en el amor durante la vejez? ¿Cómo es?

-Sí, claro, con expectativas distintas, pero sí. En esta etapa de la vida las cosas son diferentes por cuestiones físicas, pero el amor está intacto. Con mayor edad el amor también sirve para renovar bríos, unido a la sabiduría que otorga la experiencia.

-Cree que, como Bruno, durante su juventud se comió el mundo a bocados.

-Cada uno vive lo que le toca vivir. Lo único que no fue elegido por mí fue salir de mi país, una salida que ocurrió por causas sociopolíticas y que terminó con la desaparición de 30.000 personas. Yo fui un privilegiado, pero bueno, eso ya pasó. Quiero destacar que un elemento que simbolizaba aquella pesadilla terrible, el edificio ESMC, es ahora un museo de la memoria. La caza de brujas que llevó a cabo la Triple A hizo que me trasladara a España.

-Le iba a preguntar por el momento de su vida que más le ha marcado, pero creo que ya ha respondido. ¿Volvería a hacerlo todo igual?

-Sí, totalmente, lo hubiera repetido todo. Tenía hijos pequeños, por eso no volví a Argentina, no quería que sufrieran el desarraigo que yo sentí cuando era joven. Después se hicieron mayores y ya no tuve excusas para no irme pero... Le estoy hablando de 37 años de mi vida.

-No se iría porque en España reciba cariño...

-Es cierto. Es curioso ver cómo en las situaciones límites uno se da cuenta de quién es quien. Cuando llegué a España hubo mucha gente que ni siquiera me conocía, pero que fueron muy generosos conmigo. Es algo que aún me conmueve.

-Y ahora, tal y como están las cosas ¿cree que éste es un buen país para vivir?

-Si tuviera una bola de cristal le respondería. Es que con esta crisis generalizada a la que no se le ve la punta... Pero bueno, mientras tanto, hay que seguir viviendo. Yo me siento un afortunado, no tengo problemas de trabajo, mientras que hay millones de personas que no tienen.

-¿Qué significa para usted el teatro?

-Para mí es una cuestión de vida. Es mi oficio, no tengo otra alternativa, llevo 70 años haciendo este trabajo. No sé hacer otra cosa, o al menos no sé si sé. Hago mi trabajo y no estoy usurpando espacios de nadie, tengo que trabajar porque tengo que vivir, me hace falta económicamente y, afortunadamente no me puedo quejar.

-Ha avisado varias veces del abandono de las salas de cine, ¿no se hacen ahora buenas películas?

-Sí se hacen, pero se ven en otros lados. Hace tiempo vi una película muy importante en el cine y en la sala solo estábamos mi mujer y yo, simplemente, me da pena.

-Pues tenga un recuerdo más agradable, ¿se acuerda de la primera película que vio en el cine?

-(Silencio). Pues no recuerdo el título, la verdad. Pero se me viene a la mente mi hermana, que me llevaba de la mano. Estábamos en Argentina, por supuesto, y yo debía de estar asustado, porque le cogía la mano...

-Ha dicho que ya no está pendiente de que le llamen al teléfono, pero si recibiera una llamada, ¿qué papel le gustaría que le ofrecieran?

-Mi objetivo es la continuidad en mi trabajo. No tengo vanidad por hacer ningún papel. Lo que quiero es seguir asentándome en mi oficio y aprender cada día.