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El escritor J. L. Martín Nogales con su nueva novela. :: R. C.
Sociedad

«Las crisis más graves del pasado explican qué nos ocurre ahora»

Sitúa en la Transición 'Herederos del paraíso', su segunda novela, en la que casa historia, amor e intriga política

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Crispación extrema en la España de 1981. Adolfo Suárez dimite y los sables chocan en vísperas del 23-F. Con la Transición amenazada, un extraño robo en el Palacio Real enrarece aún más unos días de plomo. En ellos transcurre 'Herederos del paraíso' (Ediciones B), segunda novela de José Luis Martín Nogales (Burgos, 1955). Crítico, profesor de literatura y director de la UNED en Pamplona, alterna intriga, historia, amor y las sombras de personajes como Felipe IV o Velázquez. Antólogo de Arturo Pérez-Reverte, que vio en él el rostro del capitán Alatriste, debutó en la novela con 'La mujer de Roma', otra intriga.

-¿Qué le decidió a casar historia e intriga?

-El género policíaco y el histórico ayudan a contar historias entretenidas y permiten plantear muchas cuestiones. Cervantes ya se sirvió de las novelas de caballería para dar una vuelta de tuerca al género en 'El Quijote', que es mucho más que un libro de caballería.

-En su novela pesa más la historia.

-Porque permite indagar situaciones del pasado que nos explican el presente. Cuenta crisis de personajes como el conde duque de Olivares, Felipe IV, Alfonso XIII o Suárez, que nos dicen mucho de la actualidad; nos enseñan a entender qué nos ocurre hoy. El final de la casa de Austria o el exilio de Alfonso XIII desvelan mucho sobre las polémicas herencias que lastran a la monarquía, que es uno temas de la novela.

-¿Cómo conecta la Transición con Felipe IV o Alfonso XIII?

-Buscando paralelismos entre pasado y presente a través de las crisis como la caída de los Austrias, cuando Felipe IV deja el gobierno en manos del valido Olivares y se dedicaba a sus pasiones: la caza, la pintura y las mujeres. También en la abolición de la monarquía borbónica, con el exilio de Alfonso XIII. Me pregunto cómo se enfrentan al final de sus días a la pérdida quienes lo tuvieron todo, cómo asumimos la decadencia. Pero se centra en la Transición, momento de incertidumbre por excelencia, en el que es fácil ver rasgos comunes con el momento que vivimos ahora.

-¿Lo comprenden así sus personajes?

-Tratan de entender qué sucede, cómo se ha llegado a la situación de extrema tensión. La intriga se articula en torno a la Brigada del Patrimonio que indaga un robo en el Palacio Real. Un grupo que hace de menos a Elena, una mujer en un colectivo y una sociedad de hombres. Ella busca explicaciones en el pasado y es pieza clave de la investigación.

-¿La Transición se dejó algo en el tintero?

-Se tuvo el coraje de mirar hacia el futuro. No es poco mérito en un país muy dado a engancharse en el bucle del pasado. Se articuló el cambio de la dictadura a la democracia en circunstancias difíciles, buscando qué nos unía. Se hizo encaje de bolillos. Y ahí seguimos aún en algunas cuestiones.

-Hubo terrorismo desbocado, ruido de sables, crispación política. ¿Lo refleja la novela?

-Sí. Recrea 1981, el momento más duro. La aguda crisis económica, la inflación imparable, el paro desbocado y la Seguridad Social al borde de la quiebra. Atentados de ETA y el Grapo casi diarios, la presión de la extrema derecha y el ejército. Refleja el temor que había en el ambiente: todo el mundo sabía que iba a ocurrir algo, pero nadie sabía qué. El robo en el Palacio Real enciende las alarmas. Se sospecha que encierra intenciones desestabilizadoras que se investigan en secreto.

-¿Le dejaron husmear en Palacio?

-Lo he visitado muchas veces. Rehago la vida palaciega del Alcazar Real en el siglo XVII. Muchas escenas transcurren en habitaciones privadas hoy cerradas al público por las que se mueven e investigan los policías. Se preguntan cuántos secretos y conspiraciones encierran esas paredes. La novela desvela algunos.

-Roban el Códice Calixtino, se rompen los Stradivarius del Real. ¿Está nuestro patrimonio desprotegido?

-Desde hace años documento el incesante expolio de obras de arte. Debe aumentarse la seguridad, sí; pero sobre todo, tendría que aplicarse una legislación menos tolerante.