Romney: hay partido…
El empate de los sondeos muestra la cara más benévola de la opinión pública sobre la candidatura de su opositor, el actual presidente Obama
MADRID Actualizado: GuardarEl presidente Obama o, más precisamente, su equipo de campaña con David Axelrod de gran inspirador en cabeza, ya saben qué hacer con el reforzado candidato republicano Mitt Romney: presentarle como un hombre de negocios sin corazón, con cuentas en el extranjero y pagando, por legal que sea, menos impuestos que un médico de pueblo… lo que no le impidió ganar por goleada la primaria del martes en Texas.
La campaña de primarias, incluso a falta de seis, ha concluido de hecho porque el aspirante ya es candidato tras rebasar ampliamente el mínimo de 1.144 delegados exigidos para obtener la nominación. En estas condiciones la Convención republicana de agosto en Tampa (Florida) será solo el escenario en el que él será ungido como el hombre capaz de derrotar a Obama.
El presidente Obama le llamó, le felicitó y dijo esperar que ambos animarán un buen y útil debate sobre los problemas de la nación. Es una retórica de buen tono que esconde lo que se percibe ya como una cruda batalla con connotaciones tan sociales como políticas, tan moral y de modelo como de gestión. Sin duda, el campo republicano, que ha confirmado la importancia de esto en la campaña, hará de la figura del presidente, muy detestado por buena parte de la opinión, su argumento central: “basta de Obama” será, de hecho, un slogan clave.
La “excepción Obama”
Barack Obama, es cierto, fue un presidente-sorpresa (con solo dos años en el Senado, joven y afroamericano) y su victoria, hija del desconcierto nacional sobrevenida con la emoción sin precedentes provocada por el 11-S, la aventura en Iraq y su correlato de déficits presupuestarios récord. A un héroe de guerra, John McCain, el público prefirió un intelectual negro que pareció, sencillamente, más genuinamente innovador y fue una especie de excepción sobrevenida.
Ahora, con un consenso sobre la vuelta a casa de las tropas en Afganistán y la muerte de Bin Laden, es la hora de una cierta normalización y el proceso es más prosaico y se atiene sobre todo a la atonía económica. Aunque las cifras norteamericanas son estupendas comparadas con la media europea, están lejos de la antigua prosperidad, la vasta reforma financiera no termina de ser socialmente convincente y el desempleo baja demasiado despacio
En este campo de juego, Obama puede acordarse de su predecesor el también demócrata Woodrow Wilson (1913-21) quien llegó a decir que “su única salvación es ser amado” y fue de lejos, el más moral de los presidentes. Pero Romney, sin ninguno de los atributos de Obama pero muy inteligible para un americano conservador medio (excepto el residual porcentaje que aún reconoce que nunca votará a un mormón), se inserta cómodamente en el ambiente de la vieja democracia americana que, como sentó el gran Richard Hofstadter en su manual de referencia, “está basada en la codicia más que en la fraternidad”…
El empate técnico
En este sentido, el debate prometido puede ser relevante y el candidato republicano parte con una ventaja: los cuatro años de Obama, como los de cualquiera, le han despojado del aura de 2008, de la impresionante autoridad que obtuvo cuando, casi desde la nada, consiguió derrotar en las primarias a Hillary Clinton, candidata obvia – y buena candidata – de la maquinaria demócrata. Romney solo ha tenido un cargo público, el de gobernador de Massachusetts (2003-2007) y alardea de no ser el clásico hombre de la viciada política profesional de Washington, que la América profunda parece detestar.
Todo esto tiene que ver mucho más con el perfil, la personalidad de los contendientes y su interiorización por el público, por eso son tan útiles los sondeos sobre cómo son personalmente juzgados, no por sus programas que allí, como en casi todas partes, poca gente lee. En este registro, Romney ha hecho un buen progreso y ha mejorado en seis puntos la “opinión favorable”, sin más, que suscita y que llega ya al 41 por ciento del público mientras la de Obama, aunque aún en 52 por ciento, ha bajado cuatro.
Los créditos obtenidos por esta inclinación de la campaña de Romney son ya visibles: la media de diferencia sobre voto con Obama se ha reducido a solo dos puntos (según el acreditado trabajo de “Real Clear Politics”) y el trabajo del presidente es aprobado por un 48 por ciento contra un 47,5 por ciento de desaprobación… aunque estas cifras son nada comparadas con la feroz crítica del público con el trabajo de los legisladores en el Capitolio. En este marco, está claro que hay partido…