Alfredo Pérez Rubalcaba, durante su intervención ayer en la sesión de control al Gobierno. :: E. NARANJO / EFE
ESPAÑA

Rubalcaba se reafirma en su oposición moderada frente a los críticos del PSOE

El secretario general de los socialistas sostiene que en la actual coyuntura tiene que tender la mano al Gobierno del PP

MADRID. Actualizado: Guardar
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Un golpe sutil encima de la mesa. Alfredo Pérez Rubalcaba aprovechó ayer su pregunta en la sesión de control al Gobierno para lanzar un mensaje en clave interna: los reproches a su decisión de no entrar 'a cuchillo' con Bankia y la reforma del sistema financiero, no le harán variar el rumbo. El líder de la oposición exigió al Ejecutivo «transparencia», pero optó por una intervención de guante blanco y mano tendida ante la UE. «La oposición que creo que hay que hacer es lo que voy a hacer», dijo unas horas después, durante una comparecencia junto al barón asturiano, Javier Fernández.

Rubalcaba está, según admiten en su entorno, muy preocupado por la gravedad de la situación económica. La prima de riesgo de la deuda alcanzó ayer su máximo histórico, 540 puntos; unos niveles que el propio ministro de Economía, Luis de Guindos, calificó de «insostenibles» y que hacen que el temor al rescate sea cada vez más palpable. Y en este contexto, el secretario general del PSOE cree que un partido como el suyo está obligado a actuar con responsabilidad.

En las últimas semanas, el PSOE ha evitado atizar al PP por el déficit oculto de Madrid y Valencia, que obligó a España a rectificar sus ya desorbitadas cifras de 2011; tampoco ha hecho mucho ruido con la mala gestión de una entidad que es el resultante de dos cajas que siempre estuvieron en manos del PP y mantiene abierta la posibilidad de apoyar una reforma del sistema financiero que, a muchos socialistas, les parece aberrante. Todo con la idea de que Europa y los mercados nos miran.

«En estas circunstancias lo último que va a hacer el PSOE es sembrar dudas o hacer interpretaciones que puedan ser malinterpretadas. Si el Gobierno ha dicho que la prima de riesgo puede mejorar lo único que deseo es que acierte y las cosas vayan por ahí», dijo en esa línea.

El líder de los socialistas se siente, aun así, en una encrucijada. En su entorno más próximo subrayan que haga lo que haga resultará difícil de entender. «El enfado en la sociedad es tal que el mismo que por la mañana se siente indignado si buscamos un acuerdo, por la noche se cabrea por nuestros reproches al Gobierno en un momento en el que hace fata unidad», dicen.

Postura flexible

Por eso, el hecho de que trascendieran las críticas que algunos dirigentes habían realizado en los últimos días a puerta cerrada hizo especial daño. «En los órganos del partido se puede discutir la estrategia, pero una vez se toma una decisión hay que defenderla», reclaman.

Rubalcaba se enfadó y responsabilizó a la dirigente madrileña Maru Menéndez de la filtración del debate y amenazó con separarla de la ejecutiva del PSOE, aunque luego todo quedó en nada. Lo que no hizo fue disculparse en público, como requirió el líder del PSM, Tomás Gómez.

Ahora, en todo caso, las decisiones de Rubalcaba tienen cierto grado de flexibilidad y están al albur de los acontecimientos. De hecho, el PSOE acabó por sumarse a la petición de una comisión de investigación sobre Bankia, como habían pedido varios diputados, entre ellos, Carme Chacón, después de que el PP diera largas a su demanda de comparecencias «urgentes y públicas» de Miguel Blesa, Rodrigo Rato, José Luis Olivas, exresponsables de Caja Madrid y Bancaja, José Ignacio Gorigolzarri, actual presidente de Bankia, y del ministro de Economía.

La dirección del partido alega que, en realidad, nunca dijo que no quisiera una comisión de ese tipo, aunque fuentes de la ejecutiva confiesan su temor a que, con ella, se acrecienten las dudas sobre la estabilidad del sector financiero español en su conjunto. Eso en el supuesto, claro, de que el PP no se oponga y decida no asumir en solitario el peso de cegar el camino a una exigencia de responsabilidades políticas a los causantes de un agujero que, de momento, puede costar a los contribuyentes 23.000 millones de euros.