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Carlos Ruíz Zafón. / Archivo
CARLOS RUIZ ZAFÓN

«Facebook y Twitter tienen los días contados»

“Creemos que Google nos liberará, como creímos que Goldman Sachs nos haría ricos a todos” denuncia el escritor

MIGUEL LORENCI
MADRIDActualizado:

“La piratería casera es el chocolate del loro. Las grandes corporaciones, los gigantes de la industria digital y la comunicación son los verdadero piratas y los agentes de la deforestación cultural que nos amenaza”. El pesimista diagnóstico es de Carlos Ruiz Zafón (Barcelona, 1964), el escritor en español más internacional y leído gracias a su saga del ‘Cementerio de los libros olvidados’. Poco amigo de comparecencias públicas, Zafón se avino a participar el martes la Biblioteca Nacional –“santuario, que no cementerio”- en el ciclo ‘El libro como universo’ que ha convocado quince autores para celebrar el tercer centenario de la institución y calibrar la salud del libro y la industria cultural.

Un diagnóstico poco esperanzador desde el punto de vista del autor de ‘La sombra del viento’, nada condescendiente con los gigantes de la cultura digital y que trazó un inquietante paralelismo con la liberalización salvaje de sector financiero que generó la mayor crisis global de la historia. “Las grandes industrias tecnológicas están glorificadas. Creemos que Google nos liberará, como creímos que Goldman Sachs nos haría ricos a todos” ironiza un Ruiz Zafón inquieto ante “la amenaza un proceso de deforestación cultural del que apenas podemos defendernos”.

“Las grandes corporaciones son voraces agentes deforestadores de la cultura y a los gobiernos les falta coraje para plantar cara a los gigantes digitales” denuncia el escritor. “La piratería es parte de la picaresca y las nuevas tecnologías permiten esas triquiñuelas. Pero insisto en que la piratería casera es un problema menor; son las grandes compañías tecnológicas las que libran una guerra silenciosa para apropiarse de los contenidos. Esa piratería a gran escala es mucho más inquietante que la privada”, insiste.

“Si se liberaliza el sector de la industria cultural, como se hizo con el sector financiero, las consecuencias pueden ser igual de catastróficas” a juicio de Ruiz Zafón. No descarta que la burbuja tecnología estalle, como lo hizo la financiera. Que el vértigo de la ola tecnológica y la onda expansiva de su estallido se lleve por delante a quienes están hoy en la cresta de la ola. Es ley de vida en la jungla digital, en la que a cada segundo los logros más portentosos se ven devorados por otros más seductores. “Twitter y Facebook tienen los días contados y sucumbirán ante su propia obsolescencia y a la aparición de otros sistema más innovadores e ingeniosos” asegura el escritor.

Alerta de los “enemigos poderosos” a los que nos enfrentamos y de las pocas posibilidades de librarnos de su zarpazo. “Hagamos lo que hagamos, entramos en un proceso que en unos años tendrá consecuencias” estima el narrador, que apela “al ingenio, el sentido común y la decencia de todos para reinventarnos y superar obstáculos”. De no ser así “ni los consumidores ni los poderes políticos podrán salvar la situación”.

Trabaja Ruiz Zafón en el cuarto y último volumen de la tetralogía que comenzó con ‘La sombra del viento’ hace más de una década. Necesitará “quizá dos años” para completar este desafío con la última entrega de la saga, para la que ya tiene un título sobre el que no suelta prenda.

Ha vendidos millones de copias de los tres libros de la serie que comenzó a fraguarse como “un puzle dinámico” en su magín en 1997. Residente en Los Ángeles, recorría California de punta a cabo encontrando en muchos lugares librerías de viejo “casi siempre desiertas”. De aquella imagen de soledad y abandono nació el ‘Cementerio de los libros olvidados’ sobre el que pivota la exitosa saga que arrancó en 2001 con ‘La sombra del viento’ -más de doce millones de copias- y que continuó con ‘El juego del ángel’ en 2008 y ‘El prisionero del cielo’ en 2011

Aquellas librerías eran para Ruiz Zafón “la metáfora de la destrucción de la memoria y de la identidad, que no solo tenía que ver con los libros olvidados, si no con personas e ideas olvidadas”. El motor de la tetralogía es su convicción de que “somos lo que recordamos” y que “si recordamos menos, somos menos”. “En eso que olvidamos radica nuestra esencia”, asegura.

Poco a poco perfiló la idea de un rompecabezas narrativo “dinámico y vivo”, de modo que cada una de las cuatro novelas fuera una puerta al laberinto común que encierra todos los secretos de su fantástico y libresco cementerio. La espera para la última puerta será larga, pero promete sorpresas al lector. “Se cerrará el círculo, encajara las piezas y confluirán todos los hilos en un agujero negro que, como en ‘Alicia en el país de las maravillas’ es mucho más profundo de lo que parece”.

Zafón está atento a los deseos y comentarios de sus lectores pero no deja que influyan en sus apuestas narrativas. “Sería un error hacer lo que los demás esperan de ti. Tienes que hacer lo que crees que debes hacer, aun a riesgo de equivocarte” plantea. “Los lectores dan sentido a los libros y completan una obra que sin ellos se queda coja, pro no son mi brújula”.

Confía en “crecer como escritor con otros registros y géneros” pero no se le pasa por la cabeza tener un sillón en la Real Academia Española. “Es una institución que hace una gran labor pero no es una de mis ambiciones. La RAE no me necesita para nada”.

Plástico y papel

“No soy fetichista en exceso. Me interesa más el contenido que el soporte” dice Ruiz Zafón, que como lector alterna el libro convencional con los dispositivos electrónicos. Reconoce, sin embargo, un placer especial en arrellanarse en un sillón con un libro de papel que no le procuran los aparatos electrónicos. También estar desbordado por los miles de libros que invaden todos los rincones de su casa. Es un “comprador compulsivo”, un bibliófilo que adquiere distintas ediciones del mismo título y que busca “estanterías de triple fondo” para que el papel no le gane la batalla. No es ni mucho menos apocalíptico respecto al futuro de libro en papel “que tendrá siempre una presencia”.

“Los dispositivos digitales son unos recién nacidos y seguro que cambiarán y llegarán a desaparecer en favor de otros más eficaces” plantea. Estima que el libro convencional “es una tecnología más eficaz que un aparato que tienes que enchufar” y reconoce que “me gusta más un pedazo de papel que de plástico”.