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Dacia Maraini, autora de 'El tren de la última noche', en un momento de la entrevista. :: JOSÉ RAMÓN LADRA
Sociedad

«La única rebelión posible en los campos nazis era el suicidio»

La novelista italiana cuenta el peregrinaje de una mujer por la Europa de la Guerra Fría y reconstruye la memoria colectiva del holocausto Dacia Maraini Escritora

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Dacia Maraini (Florencia, 1936) es, como su padre, una viajera impenitente. Su progenitor repudió el régimen fascista de Mussolini y huyó a Japón, donde con tres años estuvo confinada en un campo de concentración. Compañera de Alberto Moravia, Maraini está considerada la gran dama de la literatura de Italia. Ha cultivado el teatro, la poesía, el periodismo y la novela con tanto éxito que es una de las autoras italianas más traducidas. Recién llegada a España para participar en la Feria de Libro de Madrid, esta mujer aboga por mantener viva la memoria de hechos atroces como el holocausto. Su última novela, 'El tren de la última noche' (Galaxia Gutenberg), recrea el peregrinaje de una mujer por Europa para dar con el paradero de Emanuel, un judío rubio cuya pista desaparece en el campo de exterminio de Auschwitz.

-¿Los regímenes comunistas eran igual de terribles que los fascistas?

-Ambos eran terribles, pero el origen es diferente. El nacimiento del nazismo fue perverso desde el principio, por el concepto de superioridad racial, el derecho de depredación, la justificación de la violencia sobre una clase sobre otra o la exaltación de la ideología de la muerte. Sin embargo, el comunismo nace como una utopía muy hermosa. Luego se deforma, se convierte también en algo terrible y fracasa totalmente.

-¿Visitó Auschwitz para escribir la novela?

-Sí, muchas veces.

-¿Su cautiverio en un campo de concentración en Japón le influyó para el relato?

-Estuve internada dos años en un campo de concentración. Fue una experiencia importante para comprender lo que vi después. Aunque yo no estuve en un campo de exterminio, el régimen de vida también tendía a la destrucción de la persona a través de la privación y la humillación.

Cortar el cuello

-Dice usted que su infancia fue un infierno.

-En esos dos años todos los días me sorprendía de estar aún viva. Creía que me iba a morir en cualquier momento porque el hambre era increíble. Hubo un momento en que llegué a gatear porque no me sostenía en pie. Había bombardeos continuos. Nos amenazaban diciendo que cuando ganaran la guerra nos iban a cortar el cuello. Para una niña de siete años eso era terrible, estaba aterrorizada.

-¿Se pueden repetir esos años de horror?

-Sí, todo es posible. Basta con ver lo que sucedió con el régimen militar de Argentina en los años setenta.

-¿También en Europa?

-Tal vez no. Aún tenemos muy vivo el recuerdo del nazismo, si bien en Yugoslavia sucedieron cosas terribles recientemente. Por desgracia los seres humanos tienen poca memoria y tienden a repetir los horrores. Por eso el cultivo de la memoria es importante.

-¿Fue angustioso escribir escenas tan pavorosas como la ejecución en las cámaras de gas?

-Sí, porque eran fantasmas con los que soñaba por la noche. Es difícil escribir estas cosas, pero es necesario hacerlo para no dejar que la memoria muera.

-¿Es el nazismo el régimen más infame en la historia de la humanidad o los ha habido peores?

-Siempre ha habido masacres de pueblos en la historia. Pero lo sorprendente en el nazismo es la teatralización de la muerte. Lo increíble es que los nazis documentaran sus matanzas con fotografías y nombres y consignaran hasta la estatura de las víctimas.

-¿Por qué no hubo una rebelión masiva de los judíos?

-Hubo rebeliones en algunos guetos, pero en los campos de exterminio era imposible que se organizaran. Estaban demasiado debilitados por el hambre y el miedo. La única rebelión posible en los campos de exterminio era el suicidio.