La crisis transversal argentina
La sumisión es el primer y principal postulado del peronismo en cualquiera de las manifestaciones que éste adopte
ANALISTA POLÍTICO Actualizado: GuardarNi la expropiación de YPF ni las continuas provocaciones a Reino Unido con Malvinas de por medio han evitado que el Gobierno argentino evite su deterioro en paralelo a la desaceleración de la economía nacional.
Si hay un fenómeno que caracteriza a Argentina, éste es la contradicción permanente. A pesar de ser un exportador de carne, amplios sectores sociales pasan hambre. Algo parecido puede predicarse de su clase política: Cristina Kirchner vive instalada en la ingobernabilidad crónica aunque ganó contundentemente en primera vuelta el pasado mes de octubre y no tiene que hacer frente a la amenaza de la oposición en el Parlamento.
Su estrategia se basa más en la aclamación inmediata que en proyectos largoplacistas. Este modus operandi se traduce en un abuso del marketing político y cuando no es suficiente, en la búsqueda de enemigos internos y/o externos. España, Reino Unido o quien otrora fue aliado natural del kirchnerismo, el sindicalista Hugo Moyano, han jugado ese rol.
Los personalismos, y no los programas, son en definitiva los que determinan la agenda del Gobierno. Durante las últimas semanas, la presidenta, consciente de que el descontento social hacia su gestión va en aumento, se ha sacado de la chistera nuevas figuras políticas como Axel Kicillof. En ningún momento debemos pensar que el viceministro de Economía vaya a actuar libremente por ejemplo poniendo en marcha sus recetas económicas ortodoxamente izquierdistas. Si lo hace, es probable que corra misma la suerte que Martín Losteau, menos dogmático que aquél pero de elevado perfil académico. La sumisión es el primer y principal postulado del peronismo en cualquiera de las manifestaciones que éste adopte.
El resultado es contundente: mientras las democracias consolidadas de América Latina (Chile, Colombia, Brasil o Uruguay) crecen y amplían la cartera de socios extra-regionales, Argentina pierde influencia. Además, la apuesta por un marco jurídico deliberadamente inestable, retrae la inversión exterior.
Asimismo, en el plano de las relaciones internacionales, una cosa es la teoría y otra distinta la práctica. En efecto, a pesar de la verborrea pro-derechos humanos son frecuentes las sólidas alianzas con países que los vulneran sistemáticamente. Un ejemplo de esta tesis es la reciente visita a Angola de Cristina Fernández para «diversificar y ampliar el comercio entre los dos países», justificó.
Por si fuera poco, a Cristina Kirchner le ha salido un rival dentro en las filas de su propio partido, el Justicialista. Se trata de Daniel Scioli, gobernador de la provincia de Buenos Aires (y, obviamente, peronista). Este, tras muchos rumores, ha hecho público que, efectivamente, tiene aspiraciones presidenciales para 2015, comicios a los que no puede concurrir la actual presidenta.
En una democracia liberal, sería una aspiración legítima la de Scioli pero no así en Argentina puesto que ha obrado de forma unilateral, esto es, sin esperar designación alguna, lo que ha encendido los ánimos en el justicialismo/kirchnerismo. Consecuentemente, en lugar de debatir sobre propuestas políticas, las críticas hacia él se han centrado en conceptos ambiguos como «traición» hacia la actual gobernante. Para Martín Sabbatella, el aspirante no es kirchnerista sino alguien que «se acomoda a los vientos que soplan».
Consciente de que los ataques seguirán esta senda, Scioli responde prometiendo lealtad absoluta hacia la jefa del Ejecutivo. De la misma manera, insiste en negar que haya un conflicto con ella, a quien sí que es cierto supera en popularidad (51% frente a 41%), añadiendo que entre ambos se produce un diálogo fluido.
La candidatura de Scioli, igualmente, supone una amenaza real de cara a la gobernabilidad del país ya que hará que Cristina Fernández y su guardia pretoriana, empezando por la Cámpora, estén más pendientes de aquel que de los retos domésticos inmediatos. De hecho, así está siendo y las principales figuras políticas se han posicionado, destacando Julio Cobos (ex vicepresidente del país e histórico enemigo del matrimonio Kirchner) quien no solo avala la figura del gobernador de Buenos Aires, sino que ofrece argumentos contundentes: es un peronista pero alejado del kirchnerismo.
Por tanto, la pregunta obligada es ¿tiene opciones reales de ganar el candidato? Es complicado dar respuesta a este interrogante. Hay datos objetivos y por ejemplo, Scioli goza de elevados índices de apoyo en su provincia, pero extrapolarlos al resto del país y concluir que pueden repetirse, es atrevido.
La fractura que se aprecia en el peronismo dominante es un ejemplo más de que la crisis en Argentina es transversal. Ésta parte en primer lugar de su clase política dirigente, más interesada en perpetuarse en el poder que en solucionar los problemas que acucian a sus ciudadanos y ofrece como resultado final la escasa fiabilidad que para la comunidad internacional tiene este país.