Occidente coordina acciones para aislar al régimen sirio
Once países, entre ellos España, expulsan a los embajadores de El-Asad por la masacre de Hula mientras Annan se reúne sin éxito con el dictador
NUEVA YORK.Actualizado:A Jabbour Zuheir Washington le dio ayer 72 horas para hacer las maletas y marcharse. El mismo aviso que recibiría horas después Lamia Chakkour en París, Husan Edim Ala en Madrid y el resto de los diplomáticos sirios en países como Canadá, Reino Unido, Italia, Australia, Bélgica, Bulgaria, Suiza y Holanda. Con esta respuesta coordinada Occidente expresaba su repugnancia por la brutal masacre de mujeres y niños perpetrada el viernes en Hula, que supone un antes y un después en la tolerancia del mundo hacia la represión que perpetra Bashar el-Asad desde hace más de un año.
La cascada de expulsiones que acrecienta el aislamiento del régimen sirio debería haber ablandado a El-Asad de cara a las conversaciones que sostuvo ayer con el enviado especial de la ONU y la Liga Árabe, Kofi Annan, pero nada de lo que dijo Este en rueda de prensa hace pensar que haya habido más que «un diálogo franco». Damasco sostiene que el hecho de que la mayor parte de las víctimas fueran ejecutadas a corta distancia le exonera de responsabilidad y deriva la culpa hacia «terceros», de entre los que cita a terroristas de Al-Qaida. Pero los sirios conocen muy bien a esos civiles vestidos de negro y fuertemente armados que acompañan al Ejército.
«Todo apunta a los 'shabihas', que son las milicias locales», explicó ayer en Nueva York Hervé Ladsous, subsecretario general para operaciones de tropas de paz de la ONU. Estos cuerpos paramilitares creados en los años 70 por el padre del actual presidente para reprimir la sublebación de Latakia han acaparado poder a lo largo de los años con sus redes de mafiosos y bandidos, especialmente en la costa del Mediterráneo, y tradicionalmente han hecho el trabajo sucio al régimen. A final de marzo del año pasado emergieron de nuevo para apoyar a El-Asad frente a los insurrectos, a pesar de que a éste se le había encargado meterlos en cintura antes de heredar el poder.
Estas milicias suelen acompañar a los soldados de la 4º división blindada que comanda su hermano menor Maher el-Asad, lo que da cuerpo a la versión de los vecinos de Hula y los observadores de Naciones Unidas, que detectaron una veintena de cadáveres víctimas de artillería. Según esto, cabe adivinar que el batallón blindado roció de metralla los barrios a 32 kilómetros al noroeste de Homs y luego envió a los paramilitares a rematar el trabajo para grabar en sangre un mensaje de intimidación y de limpieza étnica. «Es también una guerra psicológica», corroboró Ladsous, que visitó Homs la semana pasada.
Falta de alternativas
En esa ciudad de un millón de personas, la ONU solo tiene 28 observadores que patrullan las calles varias veces al día y que apenas alcanzan para constatar la violencia. «Hemos sido claros con El-Asad: la responsabilidad de detener la violencia es tuya», explicó ayer. Naciones Unidas tiene desplegados a unos 300 observadores en todo el país que son víctimas de ataques armados a diario.
El viernes la delegación recibió noticias de la masacre bien entrada la noche, cuando todavía el fuego de artillería impedía acercarse a la zona. Cuando lo hicieron, al amanecer del sábado, se encontraron con al menos 108 cadáveres -116 según la oposición y el Gobierno sirio-, la gran mayoría mujeres y niños, al menos 30 menores de diez años.
La matanza de Hula revolverá las tripas de la comunidad internacional durante mucho tiempo, pero no cambia la realidad. El plan de Annan para traer la paz a Siria ha fracasado «pero no tenemos ninguna alternativa», confesó Ladsous. «Por eso hay que apegarse a él».