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ARGUIÑANO

LA ÚLTIMAJOSÉ MONFORTE
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Siempre le he tenido al cocinero Carlos Arguiñano una gran admiración. Simone Ortega, la autora de 1.080 recetas de cocina, se dio cuenta de que para que la gente supiera hacer un buen potaje de garbanzos, de esos que dejas el plato más limpio que el de Fairy, era necesario enseñarle, primero que nada, cómo se ponen en remojo, porque esas cosas los brutos en pie las desconocemos y si te saltas ese paso, el remojo, los garbanzos son de duros como la cara del que se ha ido hace un 'rato' de Bankia.

Arguiñano ha hecho lo mismo, ser capaz de hacer comprensible para todo el mundo la cocina, y además, de una forma simpática, con toques de gracia. Al igual que con Simone Ortega, a la que creo que nunca se ha hecho justicia por la importancia que ha tenido en la difusión de la cocina, a Karlos, con K, no pasa nada, no se le ha reconocido lo suficiente. Arzak y Adriá son dos grandes inventores, dos genios, pero si Arguiñano no hubiera sido capaz de explicar en lenguaje 'casero' todo lo que han inventado ellos dos, quizás el fenómeno que hoy en día vive la gastronomía española no sería igual.

A veces hacer grandes cosas, lamentablemente, no sirve para nada, si éstas no llegan a la gente, si no hay genios capaces de traducirlo, de divulgarlo y de hacerlo llegar a los demás.

Uno de los grandes méritos de Karlos Arguiñano es su capacidad para traducir las cosas, su capacidad para hacerlas sencillas. Utilizar un lenguaje que todo el mundo entiende y al igual que sus platos siempre llevan perejil, para darle gracia, sus intervenciones siempre están llenas de bromas, que son el perejil de la palabra.

Siempre me ha parecido, a pesar de su apariencia de brutote, un ser tremendamente tierno, como un bistelito de lomo, y lo ha demostrado una vez más en una intervención en su programa que está dando vueltas y vueltas en internet y donde, con palabras sencillas, sin tecnicismos, define perfectamente la crisis, la que estamos viviendo nosotros, porque ya vemos que ellos, los de arriba, lo que hacen es darle una gran patá para mandándonosla a nosotros.

Arguiñano, en un gesto de valentía, porque él no tiene necesidad de meterse en estas cosas, por las que seguro que será atacado por éstos de tanto honor y tan poca vergüenza, ha mostrado su incredulidad porque se recorten millones y millones de euros en educación y en sanidad, mientras se le da a un banco una millonada simplemente para reponer lo que se han llevado. Vean el vídeo, porque lo dice todo muy clarito, como un caldito del puchero. Un abrazo Karlos, aunque no te conozco de nada.