EDUCAción

Concilio gracias a...

Conjugar el verbo conciliar depende, casi siempre, de la ayuda de un tercero. Un equipo necesario para que la familia funcione sin que la mujer renuncie a su vida laboral.

MADRID Actualizado: Guardar
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La historia sonará familiar a la mayor parte de las mujeres que trabajan fuera de casa. "Cuando Carlos acababa de cumplir los cuatro años, cogió una bronquitis aguda que le impidió salir de casa durante una semana. Por lo general, cuando se pone enfermo, siempre se queda mi madre con él (a veces mi suegra), que también es la que le recoge del colegio, le da la merienda y le cuida hasta que mi marido o yo volvemos del trabajo. Pero en esa ocasión, como era algo más que un resfriado, yo quería estar con él, así que pedí tres días libres. En un momento dado, mi hijo me preguntó por qué no venía la yaya a darle las medicinas y esa frase me estuvo rondando la cabeza varios días. Puede ser una tontería, pero te llega muy dentro", explica Maribel Méndez, una anécdota que con ligeras variaciones seguro que han vivido muchas madres, que comparten la misma desazón ante un comentario ingenuo pero lleno de carga emotiva. Con todo, Maribel, de 36 años, considera que tiene "la suerte" de que su madre pueda echarle algo más que una mano en la crianza de su hijo, pero también deja traslucir la rabia y resignación que le provoca esta situación estresante, siempre a cien por hora para rascar al final del día unos minutos al trabajo y pasarlos con su hijo.

Una rutina calcada a la que viven miles de mujeres en España, que tienen que acudir a ayuda externa para poder compatibilizar trabajo y maternidad. Y aun así se han convertido en expertas en optimizar el tiempo, en diseñar cuadrantes al milímetro donde cada tarea está minutada y cualquier imprevisto, como un atasco a la vuelta del trabajo, los echa por tierra en décimas de segundo. Todas admiten que aunque seas la persona más organizada del mundo, si no cuentas con alguien que se encargue de los niños durante varias horas, estás perdida. "Constantemente te planteas si esto es lo único que puedes hacer, incluso te cuestionas como madre e intentas buscar una solución mejor pero, ¿qué opciones tienes?", se pregunta Maribel, y al momento formula lo que tantas veces ha discutido con su marido: "O coges una reducción de jornada o no te queda más remedio que contar con alguien que te ayude. Y los trabajos no están como para jugártela", añade esta contable. A ella le hubiese gustado una familia muy numerosa, pero ha renunciado a esa idea; lo peor es que ahora se plantea, incluso, si tener "la parejita".

Reivindicación 2.0

Y es que trabajar y criar a los hijos sigue siendo una aventura heroica. Al menos en España, donde los horarios laborales y los escolares circulan por carriles que casi nunca convergen. Intentar que se crucen es el sueño de miles de familias. Algunas de ellas han empezado a volcar sus inquietudes en las redes sociales. Esta vía de escape 2.0 fue cobrando forma a la misma velocidad que la vida de estos padres y así surgió la plataforma Conciliación Real Ya. Desde este grupo se han propuesto aglutinar al mayor número de gente para buscar soluciones e implicar a las empresas y a las administraciones en este problema. Hoy son ya 3.000 seguidores, de los que un 90% son mujeres. Su portavoz, Catalina Echeverry, explica que los hijos son las principales víctimas: "Las circunstancias laborales deberían ajustarse a la familia y no al revés. Los niños precisan atención, presencia y desarrollar relaciones de referencia con los adultos, y esto difícilmente se logra si sus padres están la mayor parte del día fuera del hogar y deben conformarse con atenderles un tiempo escaso e insuficiente. Con todo, mantenemos la esperanza de que un día no muy lejano recurrir a terceras personas sea cuestión de elección y no de necesidad".

Sin embargo, son muchas piezas de puzle que tienen que encajar para que esto sea posible. A las maratonianas jornadas laborales les siguen las inevitables rutinas cotidianas, como ir al supermercado o pasar por la farmacia. Para librarte de estas pequeñas tareas que acaban robándote el poco tiempo que te queda al final del día, Genoveva Mendoza, junto con otros socios, puso en marcha EasyLife, un novedoso negocio que se implanta dentro de las compañías (que son quienes pagan el coste de este servicio) para resolver cualquier gestión que necesite una mamá estresada: desde buscar el disfraz para la fiesta del cole hasta comprar un regalo de cumpleaños o los botones que se le han caído al babi. "Hacemos todo lo que responde a la siguiente ecuación: es delegable y requiere tiempo. Nuestra filosofía es descargar de actividades que no aportan valor en sus vidas y que les quitan horas para dedicarlas a lo que realmente importa", apunta Genoveva.

Seguramente este negocio tendría poco éxito en los países nórdicos, donde sí han alcanzado la verdadera conciliación. En Noruega, tienen 20 días de baja sin justificar por enfermedad de los hijos, por cada uno de ellos reciben una ayuda mensual hasta que cumplen 18 años y por ley todos los niños tienen garantizada una plaza de guardería por un módico precio. A lo que se une que las mujeres pueden optar por 46 semanas de baja maternal con el 100% del salario o 56 con el 80% (en España tenemos 16 semanas). El padre disfruta de 10 semanas de baja pagada (aquí, 15 días). Por si esto fuera poco, la inmensa mayoría de los padres noruegos recoge a sus hijos al salir del trabajo. ¿Se puede pedir más?

Aquí, mientras miramos con envidia e incredulidad semejante logro, hacemos malabarismos para compaginar trabajo y niños en un difícil equilibrio que se sostiene gracias a los abuelos, las cuidadoras o, en el mejor de los casos, a un jefe sensible a estos asuntos. Son las únicas fórmulas para que los padres lleguen a todo, porque en España conciliar sigue siendo cosa de tres (por lo menos).

Historias

María Sánchez. Abogada. 34 años. Dos niños de seis y cuatro años, y esperando el tercero para agosto.

"Hace un par de años, uno de esos días que me tomé libres, me fui con mi hija Sofía a hacer unas compras y me llamó la atención que una señora la saludaba, otra le sonreía… Todo tenía su explicación, y es que mi madre se la llevaba con ella a todas partes, se había encargado de socializarla y lo había hecho fenomenal", explica esta abogada, que tiene su propio bufete. Antes de decidirse por el ofrecimiento de su madre para cuidar de la pequeña, hicieron varias entrevistas para contratar a una persona externa, pero lo descartaron: "Nos resultaba imposible dejar lo más preciado que tenemos en manos de alguien desconocido. Hoy, Sofía y su abuela tienen una conexión especial. Mi madre, cuando la ve aparecer ya sabe si ha dormido bien, si está disgustada, si se va a poner malita… Y la niña tiene una extraordinaria sensibilidad hacia las personas mayores". Con su segundo hijo utilizó la misma fórmula y volverá a repetir en unos meses. "Somos un equipo y todos estamos muy satisfechos. Hemos logrado un equilibro y puedo decir que yo he criado a mis hijos con ayuda de mi madre, no que mi madre ha criado a mis hijos".

Silvia Madrid. Directiva. 40 años. Cuatro hijos, de seis, cuatro y dos años, y uno de tres meses.

Después de su segundo hijo, Silvia, responsable del departamento legal de The Royal Bank of Scotland para España y Portugal, se armó de valor y le propuso a su jefe lo que había estado rumiando durante los cuatro meses de baja: "Quiero poder estar con mis hijos, así que voy a proponerte algo que nos compense a los dos. Quiero conservar mi salario y modificar mi jornada, sin reducirla; quiero comprimirla y flexibilizarla, entrar a las nueve y salir a las cuatro, sin descanso". Miguel Ángel Fernández, Chief Operating Officer no esquivó la respuesta a aquel planteamiento tan inusual: "De acuerdo, vamos a probar. Yo pongo mi confianza y tú la responsabilidad de seguir cumpliendo como hasta ahora". Fue un "experimento" pionero. Ahora Silvia acaba de autorizar a la persona a su cargo a que siga la misma fórmula: "Es una cuestión de compromiso y profesionalidad. Yo, cuando salgo, me desvío el teléfono fijo a la Blackberry. Sé que soy una privilegiada, porque he tenido cuatro bajas maternales en la misma empresa sin sufrir presión alguna y no he tenido que elegir entre mi familia y mi trabajo. Y todo gracias al apoyo de mi superior".

Patricia Navarro. Letrada en las Cortes de Castilla y León. 41 años. Cuatro hijos, de siete, cinco, tres y dos años.

Vangi es filipina, lleva dos meses interna y todavía se está ganando la confianza de los niños, pero tiene ya la de Patricia: "La trato como parte de la familia e intento que se sienta a gusto. Ella me cuenta sus preocupaciones y yo busco cómo ayudarla", explica esta alta funcionaria que siempre quiso tener muchos hijos y se empeñó en opositar durante cinco años para poder conciliar, pues tras su breve incursión en la empresa privada le quedó claro que con un trabajo convencional "se le pondría muy cuesta arriba". No escatimó esfuerzos para lograr su plaza y formar una familia: su primer embarazo lo vivió a salto de mata entre Valladolid y Madrid y después hacía 530 kilómetros en coche para ir y volver del trabajo, "porque quería venir a dormir con mis hijos todos los días. Pronto llegó la primera cuidadora, Mary Jane. Como Vangi, ha sido un miembro más del clan. Les estoy eternamente agradecida; sin ellas hubiese sido imposible seguir trabajando. Su padre y yo hemos inculcado a los niños que ella es uno más y que tienen que obedecerla y respetarla".

Montse Pereira. Administrativa. 34 años. Un niño de cuatro años y una niña de cuatro meses.

"¿Cuánto falta para que venga papá?", pregunta el hijo de Montse una y otra vez. No se acostumbra a que su padre salga de casa a las siete de la mañana y regrese a las ocho de la tarde. "Hasta hace poco mi marido, David, trabajaba como community manager freelance y eso le permitía estar todo el tiempo con él. Durante sus cuatro años de vida le ha despertado, han hecho la compra y cocinado juntos…", recuerda. Ahora se han invertido los papeles, David se ha incorporado a una empresa y Montse está de baja maternal, así que ella es la que se queda al cuidado. "Ellos dos han compartido esas pequeñas cosas que son las que estrechan lazos. Se echan mucho en falta. ¡David lo ha hecho tan bien!: es paciente, comprensivo y siempre me ha apoyado en todo", cuenta Montse orgullosa y algo preocupada por el futuro cercano. "Nos estamos planteando que ahora sea yo la que busque un trabajo de media jornada. Si no, tendríamos que pagar a una persona, y eso es algo que no nos podemos permitir". (Más información en MujerHoy.com)