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Editorial

Problemática auditoría

Mientras se analizan los activos bancarios el Gobierno deberá neutralizar las tensiones que soporta nuestro sistema financiero

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La designación por parte del Ministerio de Economía de las dos firmas auditoras, Oliver Wyman y Roland Berger, que deberán analizar el estado de los activos de las entidades financieras españolas en menos de un mes, se completará con un estudio posterior sobre los procedimientos de valoración que se siguen en la tramitación de créditos. Una vez que el 'caso Bankia' cuestionara definitivamente el papel desarrollado por el Banco de España en la reordenación del sector, el Gobierno tenía la necesidad de dotar al sistema de una credibilidad que requería un aval independiente. La distancia a la que se ha situado el BCE a la hora de evaluar la situación bancaria española deja el futuro en manos de dos auditoras que, especialmente en el caso de Oliver Wyman, no estarán libres de prevenciones. Pero no es éste el único problema que rodeará su actuación. Resulta sorprendente que en el plazo de tres o cuatro semanas dos firmas independientes puedan desmadejar con fiabilidad y un rigor concluyente la compleja trama de activos que lastran el balance de entidades financieras que en muchos casos se encuentran en procesos de fusión o absorción. La indiscutible urgencia de una labor emprendida con tardanza puede afectar a sus resultados. Por una parte, porque un informe apresurado que avalase las cuentas presentadas hasta la fecha por las entidades auditadas difícilmente despejaría las dudas que suscita el sector en los mercados y ante instancias internacionales. Por la otra, porque la mínima rectificación sobre esas cuentas obligará a la revisión de determinadas soluciones de refinanciación que rigen en estos momentos y al consecuente incremento de la morosidad. Aunque sin duda el desafío principal al que se enfrenta la iniciativa del Gobierno, mientras se procede a la auditoría de la banca española, es neutralizar las tensiones que soporta nuestro sistema financiero. En este sentido, la negativa de Rajoy a operaciones de rescate europeo hacia nuestra banca debería acallar de inmediato las indicaciones que en sentido contrario vienen produciéndose desde Bruselas o desde París. Porque solo así podrán atenuarse las turbulencias que se manifiestan en los mercados como condición previa para restablecer la credibilidad financiera.