Tribuna

La teutona que nos empitona

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Amí me cae bien, siempre que no lo haga encima mía. Incluso me llega a producir ternura. Sí, es la Canciller alemana. A Otto von Bismarck durante sus últimos años de vida se le apodó el 'Canciller de Hierro' por su mano dura y determinación al tratar temas relacionados con su país. Debe ser la cerveza que da carácter. Siempre pensé que Bismarck utilizaría calzones blancos, lo que no queda acreditado en los libros de historia. Cuando fui conociendo a Merkel, afirmo sin temor a equívocos que luce calzones, supongo que blancos también. Desde su nombramiento como jefa del Gobierno en 2005, ha ostentado una aureola sustentada en sus actuaciones y en la solidez de sus principios políticos y económicos, que solo podía recordarme a la primera ministra británica, Margaret Thatcher, la 'Dama de Hierro'. Se observa en el relato que todo es hierro lo que reluce. Quizás es que hemos vuelto a la Edad del hierro.

El problema económico europeo del momento es el resultado de los problemas irresolubles de la propia construcción europea, con la adopción de la moneda común. Los políticos creyeron en 1999 en la posibilidad de avanzar en la unión monetaria y económica con ordenamientos financieros-tributarios-fiscales y presupuestarios independientes. Es decir, la hipótesis de partida consistía en dejar actuar la divina providencia, de tal forma que el tiempo sería el aliado necesario para que la unión monetaria avanzara. Es decir, la propia concepción de la Unión haría progresar en la integración económica y política. En absoluto esto ha sido así. Yo me atrevo a decir que todo lo contrario. Los políticos europeos debieron sopesar sobre la célebre frase: ¿qué es antes, el huevo o la gallina? Hoy, las divergencias económicas mostradas por los distintos países, evidencian la fragilidad y quizás la inviabilidad del proyecto concebido en los términos presentes. Al no disponer los Tratados, cúspide del Ordenamiento jurídico europeo, de los mecanismos de ajustes adecuados para corregir los desequilibrios macroeconómicos entre los distintos países que conforman la unión monetaria, la incertidumbre se vuelve como enemigo natural e inexorable del propio proyecto en que consiste la moneda única.

Es cierto que con las bases legales existentes, Merkel tiene toda la razón. Además, defiende con ahínco y vehemencia a su país, como por otra parte debe ser. Por eso me causa simpatía. Me gustan los políticos claros y convincentes. Nada de voluntarismo. Vamos, la antítesis de nuestro inefable 'Bambi'. Voluntarista, antimilitarista, antinuclear, feminista, buenista y no sé cuantas 'istas' más. Sin pitones en su cornamenta. Alicia en el país de las maravillas. La antítesis de la alemana, que es como un ciervo medalla de oro criado en la Selva Negra, que defiende su territorio a pitonazo limpio. Con pitones de acero fabricados por Krupp AG. Como tiene que ser. Pero hay un problema. A Merkel se le olvida en ocasiones, que si no se dispone de un ordenamiento adecuado y pensado para solventar situaciones de crisis como la que padecemos, hay que modificar el status quo, para que la situación no termine por destrozar lo que se ha creado, arrebatándonos inexorablemente en caso contrario al abismo del infierno económico. Hay que acelerar la integración política y económica. Ésta permitirá las transferencias presupuestarias entre los países del norte y los del sur, la consideración del BCE como banco prestamista de última instancia, que garantice el valor de la deuda pública que se emita dentro de la Unión, amén de contar con una política cambiaria que compense las pérdidas de competitividad de los países menos avanzados. Todo esto se sabía desde 1999, fecha del nacimiento del euro. ¿Qué es lo que hay que hacer entonces? Lo que ya se dijo antes, cesiones crecientes de soberanía en todos los ámbitos, a favor de las instituciones de la Unión y posibilitar mediante instrumentos jurídicos adecuados y necesarios, para que la integración fiscal, económica y política sea un hecho cuanto antes. Pero, esto que digo es a largo plazo. En el corto y medio, además del necesario ajuste fiscal, el BCE debe actuar con decisión.

España es en principio un país solvente, pero que puede dejar de serlo si no se actúa con contundencia y rapidez. España tiene un gravísimo problema de liquidez. De ahí que necesite pedir prestado grandes cantidades para pagar sus deudas en condiciones de normalidad. ¿Y por qué se pide prestado tanto? Porque se gasta más que lo que se ingresa, provocando el déficit fiscal. Déficit por otra parte, que ha sido de los mayores del mundo en los últimos tres años. Su consecuencia, la duplicidad de la deuda pública en solo ese lapso de tiempo. Tan es así, que los acreedores españoles, los que nos prestan, conforme ha pasado el tiempo, empiezan a fiarse poco de nosotros. De ahí que la prima de riesgo haya rozado los 500 puntos básicos y el tipo de interés ronda el 7%. Estamos situados en la frontera de la insostenibilidad financiera para el Estado. Por eso, España necesita recortar su déficit y controlar su deuda, a la vez que debe buscar con ahínco la senda del crecimiento. Esto solo lo puede hacer diseñando un tejido productivo que sea sobre todo competitivo, capaz de generar riqueza y empleo.

Las teorías del profesor McKinnon pueden ser trasladadas al contexto europeo. Ello exigiría hacer las necesarias reformas en cada Estado para ganar en competitividad, ya que los países de la eurozona se han beneficiado de lo que algunos han llamado «ilusión de prosperidad», sobre la base de bajos tipos de interés y estabilidad financiera asociada al euro, sin hacer todos ellos los necesarios esfuerzos de consolidación fiscal y convergencia económica, necesarios para formar parte de un territorio con moneda única. La consecuencia inmediata de este planteamiento sería la emisión de eurobonos, a los que se opone Alemania en la actualidad. Oposición que quedaría injustificada y traería el sosiego a los mercados de deuda. Para España la solución sería trascendente.

Y si trascendente es para España, para las Comunidades Autónomas no lo es menos, la emisión de hispano bonos o fórmula alternativa, una vez el desmadre autonómico esté debidamente controlado. De ahí que no se entienda que el Sr. Montoro, a diferencia de De Guindos, se oponga a su emisión. Sr. ministro, su apellido representa un toro sobre un monte. No venga ahora a empitonarnos también, a pesar del astado representado en su blasón. Aunque empitonar, empitonar, creo que no va ser posible. Pero darnos por la baticola, ya lo creo que sí. Un poquito de por favor Sr. ministro.