El disidente Chen comienza su exilio
El activista chino tenía previsto aterrizar anoche en Nueva York, donde le espera una nueva vida sin saber si Pekín le permitirá regresar alguna vez
SHANGHÁI.Actualizado:El miedo le llevó a pedir una plaza en el avión privado de Hillary Clinton. Pero, finalmente, Chen Guangcheng abandonó ayer su país a bordo de un Boeing 777 de United Airlines. Voló junto a personal de la Administración estadounidense en clase ejecutiva, y la tripulación protegió los asientos de esta curiosa delegación con una cortina y prohibiendo el uso del aseo más cercano al resto del pasaje. Así, el vuelo 88 -curiosamente el número de la suerte en China- de la aerolínea norteamericana tenía previsto aterrizar en el aeropuerto neoyorkino de Newark, con más de una hora de retraso, pero poco le importará eso al activista ciego que ha pasado dos semanas recluido en la habitación de un hospital de Pekín.
«Está feliz porque ahora podrá descansar después de siete años de sufrimiento, pero también le preocupa que sus familiares sean víctimas de algún tipo de revancha», aseguró ayer Bob Fu, presidente de la organización pro derechos humanos ChinaAid y uno de los hombres que más de cerca han seguido el caso de Chen desde que a finales del mes pasado escapó del arresto domiciliario al que estaba sujeto. «Estamos satisfechos con la forma en la que se ha desarrollado este asunto y de poder ayudar a Chen a estudiar en Estados Unidos -irá a la New York University- y alcanzar sus metas», añadió la portavoz del Departamento de Estado de ese país, Victoria Nuland.
Sin duda, muchos en Washington y en Pekín habrán suspirado aliviados. Porque Chen ha protagonizado una de las historias de intriga diplomática más estremecedoras, y ha provocado un peligroso roce entre las dos superpotencias mundiales. Afortunadamente, la visita de Clinton a comienzos de este mes sirvió para alcanzar un acuerdo que permitía a ambos países salir airosos del lodazal. El miércoles se anunció que la familia Chen recibiría sus pasaportes en menos de quince días, y les han sobrado doce. Los documentos llegaron ayer, justo antes de embarcar y -como habían asegurado fuentes del Gobierno estadounidense- los visados ya estaban listos.
Chen comenzará ahora una vida en libertad, pero con la duda de si China le permitirá regresar a su país en algún momento. Él siempre quiso luchar por la libertad desde dentro. Ahora, su exilio lanza un preocupante mensaje a activistas sociales y disidentes políticos. Porque el hecho de que no se haya investigado la detención ilegal a la que era sometido por las autoridades locales de Linyi, su pueblo, deja en evidencia que el acoso continuará.