Los cuatro isleños que han contado sus dificultades por la falta de empleo posan delante de sus compañeros. :: C. C.
SAN FERNANDO

Lo que no cuentan las cifras

Detrás de las estadísticas de desempleo hay historias de personas que no pueden pagar las factura o que vuelven a vivir a casa de sus padres con la familia

SAN FERNANDO. Actualizado: Guardar
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Ayer solo eran 24 y lo cierto es que a pesar de que llevan tres semanas, han conseguido poca repercusión. Escasas voces pero insistentes, pues no faltan ni un día a su cita en la puerta de la Alcaldía para reclamar trabajo. Apenas una treintena de más de 13.200 personas que están en la cola de los desempleados.

Una cifra que oculta la realidad tras la frialdad de las estadísticas, de las valoraciones de los números que no cuentan historias, ni ven lo que sucede. Aquella en la que tres hijos tienen que volver a casa de los padres con sus familias por no poder pagar el piso, convivir doce personas donde solo había dos. El día que vive el pequeño grupo que agobiado por su situación ha decidido salir a la calle a protestar. Lo único que ya se les ocurre ante su desesperación.

José Antonio Sánchez lleva tres años en el paro. Con la ayuda de 426 euros tiene que hacer frente a una hipoteca, impuestos, facturas y compras de comida, ropa. Su mujer araña unos euros limpiando escaleras y pisos, pero aún así su situación es dramática. Tanto que uno de sus tres hijos ha decidido no ir a la Universidad para meterse en la Armada y ayudar a sus progenitores y hermanos. «Ayer recogió los papeles para alistarse porque quiere ayudar a su padre y yo me como la cabeza todas las noches».

¿Hay futuro para los jóvenes? Juan José Martínez ya no es joven según el Estado por un año. Tiene 31 y lleva más de cuatro años en el paro. «Si mi padre me hubiera avalado para un piso ahora no podría hacer frente a la hipoteca». Dejó el alquiler y ha vuelto junto a su mujer y su hijo de siete años a la casa en la que creció. Ya ha agotado las ayudas y su esposa solo consigue 90 euros de trabajo de limpieza. Su padre, con más de 50 años empleado de Navantia, saca adelante a su madre, su hermana y su familia. «Cuando se me agotó la ayuda en el paro me dijeron que ya solo tenía derecho a trabajar yo le dije, ¿en dónde?».

La realidad de José María Roda ha dado un vuelco. Este yesero traía a casa mensualmente unos 2.500 euros y ahora se tiene que conformar con los 426 euros de la ayuda que él mantiene pero que su mujer agotó ya. Con 52 años no ve el futuro muy prometedor. «Peleo más por los que les queda a los jóvenes que por mí, me preocupa lo que se pueden encontrar mis hijos y no poder ayudarles».

Sebastián Ruiz no tiene padres para pedirles ayuda. Cáritas es la que le da lo que precisa y un hermano cuando tiene algo. Tras cuatro años en el paro ya está desesperado, como el resto.