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Economia

TORCER EL BRAZO

JOSÉ MANUEL PAZOS
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Siete días que conmocionaron Europa'. Así titulaba 'Financial Times' la noche del pasado viernes un largo artículo en el que podía leerse, entre otras cosas, el secreto periplo del ministro de Economía español por Europa para presentar lo que él llama la segunda fase de la reforma financiera. Se trataba de acudir a la mesa del Consejo de ministros con la aprobación de Bruselas. Seguro que también hubo tiempo para reunirse con los presidentes de los grandes bancos españoles que, en gran medida, son los que van a pagar el grueso de la segunda fase de la reforma. Por eso han caído con fuerza sus cotizaciones. Bien podía aplicarse el título de 'FT' al sistema financiero español, pero ampliando estos siete días, y empezar a contar al menos desde principios de mayo.

Sobre la reforma, sabemos lo qué se va a hacer, y el tiempo qué va a llevar, pero no lo que va a costar, y quién la va a pagar. Los bancos por supuesto, pero ¿quién más? Es la diferencia fundamental con la primera fase. En febrero, la reforma fue posibilista. Llegó al límite de lo posible, se hizo empujada por la política, pero con la visión de un banquero: tanto tengo y hasta aquí llego. Esta segunda fase es finalista, se hace con visión política y tiene voluntad de transformar el sistema financiero. La caída de Bankia es la manifestación más visible de la diferencia. Ahora se ve voluntad de cambio. Lo que no hemos podido ver es cómo la reforma se ha reflejado en los indicadores por los que medimos la actitud de nuestros acreedores. ¿Cuánto de la nueva reforma y cuánto de la posible salida de Grecia de la zona euro ha determinado los niveles máximos que hemos alcanzado estos días en nuestra prima de riesgo, en el coste de asegurar nuestra deuda o en las caídas bursátiles? No es sencillo de responder. Lo que sí vamos a ver es que si los bancos provisionan más, eso se traducirá en reducción de los créditos.

Una labor de valoración que hubiese correspondido al Banco de España se va a hacer ahora por expertos independientes. Una vez hechas, previsiblemente a la baja, quizá entonces llegue el momento de acudir a los fondos europeos. Pero eso solo podrá ser cuando la opinión internacional despeje las dudas sobre nuestro sistema financiero. Ayer, nuestro ministro de Economía viajaba a Londres para intentar convencer a la City de que la reforma es la correcta. Y es que, en torcer el brazo de la opinión internacional hay mucho en juego.