«No escuchéis a los que proclaman su odio»
El primer ministro belga combate la sombra del populismo con una visita a Auschwitz junto a un millar de estudiantes
BRUSELAS. Actualizado: GuardarEuropa no está indefensa en el combate contra la extrema derecha. La crisis económica alimenta el fantasma de los partidos ultras, pero la UE tiene de su lado las cicatrices del pasado. Bajo la sombra del indeleble lema nazi 'El trabajo os hará libres', el primer ministro belga, el socialista Elio di Rupo, ha demostrado esta semana cómo se pueden prevenir los discursos radicales y las derivas autoritarias que han aflorado en algunos países. «No escuchéis jamás a los que proclaman su odio. Dejad paso a la duda, a la razón», remarcó ante un millar de estudiantes a los que acompañó en un emotivo viaje al campo de exterminio de Auschwitz.
Los jóvenes participaban en el proyecto 'El tren de los 1.000', una iniciativa para rendir tributo a los judíos y gitanos que fueron trasladados desde Bélgica hasta los complejos de la muerte levantados por el Tercer Reich. Los estudiantes, la mayoría belgas aunque también se unieron alumnos españoles y de otros países, realizaron durante varios días el desgarrador trayecto ferroviario seguido por miles de víctimas de la barbarie nazi. En concreto, partieron desde Malinas, una ciudad situada al norte de Bruselas en la que las brigadas de las SS instalaron un área de tránsito y detención. Su destino era Auschwitz, el mayor campo de exterminio en el que perecieron 1,1 millones de personas.
Los jóvenes visitaron el complejo situado en territorio polaco con motivo de la rendición alemana que se celebra en Europa cada 8 de mayo. Di Rupo y otros miembros del Gobierno belga recorrieron junto a ellos el campo. Con Europa inquieta ante el ascenso de las formaciones ultras, el dirigente no desaprovechó la oportunidad para vincular presente y pasado. «Mirad las elecciones griegas. Un partido neonazi obtuvo el 7% de los votos», proclamó antes de pedir a los estudiantes que permanezcan vigilantes.
El primer ministro belga cerró el recorrido por el campo de exterminio con una reflexión que anotó en el libro de visitas. «Aquí, hemos conocido el horror. Nuestros jóvenes se van con la esperanza de que esto no vuelva a ocurrir jamás», escribió. Los estudiantes, algunos muy conmovidos, entendieron el mensaje. «Tenemos que ser conscientes de nuestra suerte. Hay que aceptar a los demás como son», decía uno de ellos. Bélgica convive con un partido de extrema derecha -Vlaams Belang- desde hace años. La formación, que en las últimas elecciones cosechó el 8% de los votos, padece un cordón sanitario del resto de fuerzas para que no acceda al poder.
Con la guardia alta
El Vlaams Belang, al igual que otros partidos ultras en Europa, han ganado terreno con un discurso visceral de rechazo al inmigrante. Los últimos avances han podido verse en Holanda, Francia o Grecia. Pese a que en el país heleno el ascenso de la extrema derecha se ha vinculado con los recortes, el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, rechazaba estos días un explicación tan sencilla. «En la UE, tenemos una larga y triste historia de movimientos populistas», recordó. El mandatario luso prometió que se mantendrán con la guardia alta para responder a cualquier ataque a los principios comunitarios.
El presidente de la UE, Hermann Van Rompuy, también remarcó tras el ascenso ultra en Francia que no mirarán para otro lado. El dirigente belga lamentó los «vientos de populismo» que amenazan al continente y defendió el logro de Schengen. «En este espacio, no hay lugar para la estigmatización de los extranjeros», subrayó en referencia al debate abierto en la campaña francesa para restringir la libre circulación. «Es responsabilidad de cada gobierno asegurar que no se trata a ninguna persona, grupo o minoría como ciudadanos de segunda», agregó.