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Rajoy

Lo preocupante es ver empeorar nuestros derechos y condiciones de vida sin que mejoren las expectativas

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Qué pasa con Rajoy? ¿Está bien? Me quedo un rato mirando a este hombre. Tiene 57 años. Es lo único seguro que sé sobre él. Eso y que se tiñe el pelo. Me quedo mirando su foto y me pregunto qué le define. Y probablemente eso sea lo que le define: su indefinición. Su esmerada discreción. Y en todo caso su llamémosla habilidad para no comprometerse. Para no decir. Sin duda Rajoy cree firmemente que uno es esclavo de sus palabras y dueño de su silencio. Y probablemente esté convencido de que ofrece, por eso mismo, una imagen de hombre reflexivo y cabal. Fíjense, en su página web pone «es fuerte. Es bueno. Es fiable. Es sentido común». Hum, no sé. ¿De verdad que basta con callarse para ser todo eso? Lleva cuatro meses en el poder. Y parece cansado. E incluso (lo que quizá sea peor), algo perplejo. Como si no pudiera entender lo que (le) está pasando. Como si no pudiera entender que ser bueno y fiable y tener mucho sentido común no fuera, después de todo, suficiente para gobernar un país «como Dios manda».

El poder inviste, eso lo sabemos. El poder político te da una seguridad y una firmeza que antes no tenías. O, por lo menos, así era en el pasado. Pero puede que eso esté cambiando a toda velocidad. Da la impresión de que Rajoy tuviera una idea anticuada de lo que es el poder político. Como si hubiera confiado en que la presidencia le otorgara una majestad y una distancia reverencial que unida a su proverbial sensatez le permitiera gobernar moderadamente desde una cómoda altura. Cuando ahora, lo único que está más o menos claro es que el poder te añade diez años a la cara en cuestión de días. Miro su foto y lo encuentro un poco demacrado, un poco aturdido. Tengo la sensación de que él creía en su suerte. De que esperaba que una pronta remisión de la crisis financiera facilitara su eclosión como el líder prudente y eficaz que pretende ser. Y ahora parece sorprendido de que las cosas no sean tan sencillas. Sin duda es un hombre con una gran conciencia de sí mismo y sabe que, en estos momentos, tiene el deber de trasmitir una apariencia de tranquilidad. Pero no se le ve relajado. Más bien se le ve solo. Y ese debe ser otro de los nuevos efectos del poder político en los malos tiempos: el aire soledad que envuelve al jefe. Por muchos asesores que se busque. ¿Rajoy es bueno y fiable? No digo que no lo sea en lo personal. Pero el ciudadano percibe que los que le rodean, empezando por sus ministros, carecen de esas caras cualidades. Y nota que el presidente se esconde tras ellos. ¿A ti también te preocupa Rajoy? No sé. Esperemos que aguante, porque la sustituta sería Sáenz de Santamaría. Ojo con eso. En cualquier caso, claro, lo preocupante de verdad es ver empeorar día a día nuestros derechos y nuestras condiciones de vida sin que mejoren nada las expectativas.