BIENVENIDOS A CELTIBERIA
Actualizado:Podría tener su gracia si fuese una película inédita de Berlanga, un póstumo hallazgo arqueológico de Luis Carandell para su Celtiberia Show, o un capítulo más de esa 'España profunda' a la que siempre nos gusta mirar por encima del hombro. Podría parecer absurdamente divertido si en el anuncio aparecieran de pronto Paco Martínez Soria con una cesta de pollos o la vieja del visillo. Podría hasta resultar encantador si se lo hubiesen atribuido a García Márquez y hasta vendería como último coletazo del realismo mágico. Pero no. La realidad supera con creces a la ficción y no es siempre la necesidad la que agudiza el ingenio.
Valencia, que antes era la tierra de las flores, de la luz y del amor y que ahora no gana para disgustos, ha sido pionera en ofrecer un curso teórico-práctico de prostitución profesional. Sí, un curso como tantos que se ofertan en este país donde los términos estudiante y estudios no siempre pertenecen a la misma familia semántica, un curso más, producto de ese negocio tan floreciente en estos tiempos de crisis, que al final se reduce a la simple transacción económica de comprar un papel que lo acredite a uno para lo que haga falta. La especialización, dicen, la profesionalización, la mamarrachización, si quieren, tiene un precio. Y el de ser puta titulada, al parecer, solo cuesta cien euros y el disgusto monumental del Observatorio de publicidad no sexista de la Generalitat Valenciana. La empresa, además de un temario amplio y serio que abarca materias tan interesantes como historia de la prostitución, nociones de macroeconomía y un amplio repertorio legal sobre cómo montar tu propio prostíbulo, ofrece clases prácticas y la posibilidad de una colocación inmediata bien en el campo de la docencia, bien en el de la investigación -I+D+I, o algo parecido. Eso sí, la academia que lo imparte esperaba reunir un grupo lo suficientemente amplio como para que resultara provechoso, pero no demasiado para poder garantizar «un trato personalizado y de calidad». Hasta el pasado miércoles se habían inscrito en el curso más de noventa personas tras las que se esconden dramas mucho más grandes que las políticas de género de este país. Tras las que se esconden la desesperación y la incultura de una sociedad que no sabe dónde va porque hace mucho que olvidó de donde viene. Tras las que se esconden opiniones como la de un anónimo lector de un periódico de tirada nacional: 'Este curso es un timo. Una mujer que no sea muy fea no necesita pagar para poder acostarse con un hombre'. Esto y no otra cosa es lo que se le escapa, lo que siempre se le ha escapado, a los observatorios de género y número, que somos un país carpetovetónico.
No se alarmen. Esto no hecho más que empezar, a este paso, su niño o su niña -o los míos, que conste- andarán por ahí haciendo cursos especializadísimos de sabediosqué con tal de eternizar o de retrasar una situación que cada vez se hace más insostenible. Luego dicen las estadísticas que sufrimos de analfabetismo científico y que la mitad de los españoles no es capaz de citar el nombre de un solo investigador. Sin embargo, cualquiera de nosotros podría elaborar de memoria una relación bastante nutrida de putas. Y de hijos del gremio, también.