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Cameron y Clegg apelan al estoicismo
Los socios del Gobierno británico, tras el castigo electoral, renuevan votos ante el típico 'blues' de mitad de mandato
LONDRES. Actualizado: GuardarDavid Cameron y Nick Clegg renovaron ayer su compromiso con la coalición de Gobierno entre conservadores y liberal-demócratas con votos para concentrarse en la reducción del déficit e impulsar el crecimiento de la economía británica y como respuesta a los malos resultados de ambos partidos en las elecciones municipales de la pasada semana.
El primer ministro y el viceprimer ministro eligieron una fábrica de tractores para poner el acento en la industria y eligieron una en Basildon, en el este de Londres, porque la circunscripción electoral en esa comarca ha sido un termómetro exacto de la temperatura política del país, oscilando desde los años setenta entre los partidos ganadores de los comicios nacionales.
Cameron pronunció siete veces la palabra 'difícil' en los primeros minutos de su intervención y se mostró convencido de que la elección de François Hollande en las presidenciales francesas no deja a Reino Unido como un terco solitario en su programa de austeridad. «No vamos a inflar de nuevo la burbuja», aseguró el líder conservador.
Dijo también que todos los países europeos están empeñados en reducir sus déficits y en fomentar el crecimiento. Su Gobierno, mediante el abaratamiento de los contratos de trabajo, de la extensión de los aprendizajes, de la persuasión a los bancos para que presten a las empresas, de la cooperación con diversos sectores de la economía para abrir las puertas a más exportaciones.
Las recetas de Cameron son vagas y las palabras de Clegg subrayaron el contraste entre realidad y fantasía. Recordó que el Gobierno ha tenido que aplazar su pronóstico de recuperación, que en 2016 la economía habrá perdido el 11% de su valor con respecto a 2008 y, ya que estaba en una factoría de tractores, se preguntó por qué no podría la industria del país, hoy el 11% del PIB, alcanzar el 22%.
Porque por segundo trimestre consecutivo la economía británica se ha encogido, porque, aunque los tipos muy bajos de interés ofrecen alivio a las economías domésticas, la inflación, del 3,5%, no baja tan rápidamente como esperaba el Banco de Inglaterra, que ve así mermada su capacidad de inyectar más liquidez en el sistema.
La coalición opera en el contexto de una gran deuda de las economías domésticas, de una crisis bancaria grave y de una reducción general del gasto público. Sus reformas más ambiciosas, como la del Servicio Público de Salud, son debatidas acaloradamente por especialistas, pero sus consecuencias no permearán en la sociedad en varios años.
¿Crisis? ¿Qué crisis?
El 'invernadero' de Westminster, donde periodistas y políticos conviven en una atmósfera viciada, se ha enredado en las últimas semanas con las concupiscencias y disputas entre el grupo mediático de Rupert Murdoch y los conservadores, aunque el comentarista del 'Financial Times', Philip Stephens, duda de que la población «esté indignada por que un ministro cuyo nombre no conocían sea tan amigo de Murdoch».
Conservadores y liberal-demócratas obtuvieron malos resultados en las elecciones municipales del pasado jueves. La evolución de los sondeos desde 2002 muestra, sin embargo, que los laboristas, diez puntos por encima de las conservadores en las últimas semanas, en las encuestas que más les favorecen, no pueden aún celebrar su victoria futura. Otros gobiernos ganaron elecciones en el pasado tras sufrir este tipo de derrotas en lo que, en la jerga de Westminster, se conoce como el 'blues' de mitad del mandato.
Una ley de la coalición obliga a los gobiernos a cumplir su mandato de cinco años. Las próximas elecciones se celebrarán en mayo de 2015. Son los 'tories' doctrinarios los más críticos con la coalición y con esa ley, porque quieren una política verdaderamente azul y que Cameron disuelva el pacto con Clegg para retar a la oposición a que derribe entonces al Gobierno monocolor.
Unos veinte diputados de esa facción suscribieron ayer un programa alternativo en vísperas de la presentación del Discurso de la Reina, en el que el Ejecutivo de turno muestre su programa legislativo para el curso parlamentario. La «crisis de la política» que denunciaba el laborista Ed Miliband no tiene entre los británicos tintes griegos, aunque sí el tono de su proverbial estoicismo.