Hollande saluda a sus simpatizantes desde el balcón de la sede de su campaña. :: EFE
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Juntos dos días después

La conmemoración de la rendición nazi reúne a Nicolas Sarkozy y François Hollande

PARÍS. Actualizado: Guardar
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Alemania en el pasado, el presente y el futuro. El vecino germano condiciona la política francesa y provoca símbolos extraños. La efeméride de la capitulación nazi junta hoy a Nicolas Sarkozy y François Hollande. El presidente saliente y el electo honrarán la tumba del soldado desconocido en su primer acto conjunto tras la victoria de la izquierda en las presidenciales del domingo. El segundo será, el próximo martes, el traspaso de poderes que marcará la retirada de la política activa del perdedor. De manera definitiva, confirmó ayer a los barones conservadores.

Holande ha aceptado la invitación de Sarkozy a acompañarle en la conmemoración del 67º aniversario de la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial. Nada obligaba al mandatario saliente a cursar la invitación a su sucesor ni a éste a aceptarla. De hecho, el propio Sarkozy declinó acudir en 2007 a la ceremonia en el Arco de Triunfo para «no dar la impresión de una República con dos cabezas». Jacques Chirac sí secundó a François Mitterrand en 1995, pero como alcalde de París y no como presidente recién elegido. La toma de posesión del segundo presidente socialista de la Quinta República se producirá el próximo martes. Hasta entonces no gozará, obviamente, de poderes ejecutivos. Hollande dispone, por tanto, de una semana para perfilar su Gobierno y preparar una apretada agenda diplomática. Sin perder tiempo, a primera hora del día se puso manos a la obra. Reunió en su cuartel general de París al equipo con el que proyecta crear el núcleo del primer Gabinete de izquierdas desde hace diez años en Francia.

Pierre Moscovici, director de la campaña socialista, comunicó a la prensa los preparativos de una «transición republicana y apaciguada». También enumeró los contactos habidos con dirigentes extranjeros, iniciados por la canciller alemana, Angela Merkel, primera en llamar a Hollande «para felicitarlo». «Le expresó su voluntad de conservar una relación francoalemana fuerte y le invitó a ir rápidamente a Berlín», una visita que tendrá lugar inmediatamente después de la investidura del 15 de mayo.

Al día siguiente, miércoles, se celebrará el primer consejo de ministros del Gobierno recién nombrado para el que ya circulan las quinielas de ministrables. La agenda exterior arrancará con un desplazamiento a Estados Unidos para una reunión del Grupo de los Ocho países más desarrollados (G8) en Camp David, el 18 y el 19 de mayo. La puesta de largo en la escena internacional se completará con la asistencia a la cumbre de la OTAN en Chicago, el 20 y el 21 del mismo mes. Durante ese viaje habrá un hueco para una audiencia en la Casa Blanca, a invitación personal del presidente estadounidense, Barack Obama.

Para entonces Sarkozy ya será un militante de base dedicado a descansar en familia. Tras las vacaciones de verano, se planteará su reconversión profesional, probablemente como abogado. Así se lo hizo saber a los principales dirigentes de la UMP gobernante y de los partidos aliados del centroderecha, a los que recibió en el palacio del Elíseo. Les confirmó que ya no liderará la campaña de las legislativas de junio, a las que les emplazó a concurrir unidos y con un nuevo jefe. «Estad tranquilos, renovaré mi carné y pagaré mi cotización. Pero dejo lo operacional», anunció con una sonrisa, según la edición digital de Le Figaro.

En comparación con los otros gobernantes europeos barridos por la crisis, Sarkozy juzgó que su derrota «no ha sido una humillación». «Como os había dicho, fue casi posible. Lo que prueba que no os había mentido. No andábamos tan lejos», comentó. Según los datos definitivos del Ministerio del Interior, Hollande (51,63% de los votos emitidos) sumó 1.139.316 papeletas más que Sarkozy (48,37%). Los sufragios blancos y nulos subieron hasta 2.147.173 (5,80%), 1.445.218 más que en la primera vuelta del 22 de abril (1,92%). Se trata de un porcentaje récord, pues en el duelo de 2002 entre Jacques Chirac y Jean-Marie Le Pen hubo menos del 5% de voto nulo o blanco, que en Francia no se distinguen.