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El síndrome de 'La Noria'

El relato de la política se parece cada vez más a un 'reality show', nadie escucha a nadie

JUAN CARLOS VILORIA
Actualizado:

A medida que la democracia en España va acumulando trienios y la clase política se profesionaliza el discurso de los partidos evoluciona hacia la máxima simplificación. La argumentación de los partidos está construida sobre una sucesión de frases elaboradas como reclamos comerciales que encierran en dosis precisas la descalificación del adversario y la promoción de lo propio. El resultado es que el relato de la política se parece cada vez más a un 'reality show' y, como dice Emilio Lledó, hemos inaugurado la sociedad del lenguaje basura. De usar y tirar. Consignas, argumentos, propuestas que valen para un telediario y caducan en la edición de noche. Banalización espeluznante de los conceptos y evaporación súbita de los principios.

Las comparecencias de los portavoces se han convertido en una dinámica vertiginosa de mentidos y desmentidos, reproches, insultos, descalificaciones que a todas luces reflejan el síndrome de 'La Noria'. Es decir: se premia el lenguaje más agresivo en lugar de aplaudir el más consistente; se busca el filo de una frase como una cuchilla y el impacto de un adjetivo como un puñetazo en pleno rostro. Las palabras más densas se convierten en flechas livianas y de uno a otro bando se reclama diálogo, pero la munición de adjetivos descalificativos y juicios de intenciones construye una trinchera inexpugnable.

A lo mejor las organizaciones políticas han acabado imitando el lenguaje y el formato de los 'realitys' con la esperanza de lograr la misma audiencia que ellos. Parece evidente que la política imita a la televisión y no a la inversa. Y que los gabinetes de comunicación se obsesionan con responder a la pregunta: ¿Qué quiere la audiencia? Y a juzgar por los resultados de su pesquisa lo que quiere es desolador y la oferta al final se ha materializado en una creciente imitación del lenguaje ramplón, la comercialización de la política y la evanescencia de los valores. Se busca el resultado inmediato e influir en la opinión pública a base de impactos emocionales con consignas repetidas por tierra, mar y aire. No importa si en el camino se pierden la coherencia o la pedagogía resulta nociva lo importante es que el envoltorio sea llamativo y la salsa, como una especie de ketchup verbal, acabe siendo adictiva. Los mecanismos de influencia y presión sobre la opinión pública se han ido ampliando con el uso de instrumentos de comunicación convencional y otros no tanto. La salsa se despacha por todos los medios. Ya no hay quien pare la invasión de las redes sociales, de los foros, los videos, y toda la tramoya digital es idónea para canalizar los globos sondas, filtraciones, insididas, rumores, intoxicaciones y demás parafernalia con nombre de enfermedades raras. Ni pactos, ni diálogos, ni consenso. Nadie escucha a nadie. Como en 'La Noria'.