análisis

Siria: elecciones y 'libanización'

El país celebra hoy unos comicios que forman parte del programa de reformas anunciadas el año pasado por el régimen, ajenas al 'plan Annan', y del todo inútiles como herramientas de apaciguamiento

MADRID Actualizado: Guardar
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Siguiendo el imparable criterio de que la información es también una mercancía, el exceso de oferta -un conflicto largo y tedioso- ha echado de las páginas de los medios el conflicto sirio cuando ha empeorado de modo tal vez irreparable y se puede hablar ya sin exagerar mucho de guerra civil.

Tal vez eso explica un hecho curioso: este lunes se celebran en Siria unas elecciones probablemente no fraudulentas aunque perfectamente prescindibles y del todo ignoradas. Son parte del programa de reformas anunciadas el año pasado por el régimen, ajenas al 'plan Annan', y del todo inútiles en términos políticos y como herramientas de apaciguamiento.

La razón es obvia: la oposición en bloque, y gran parte de la población las boicotea y quienes acudan a votar serán seguidores del régimen, que también son abundantes y lo harán como un medio de mostrar su apoyo al gobierno, no como una contribución a la elección de 250 diputados en un parlamento democrático. Esto no es Túnez, ni Yemen, ni Egipto…

La rebelión armada

Los comicios tienen lugar cuando, aunque se ha registrado una cierta disminución de la violencia y el plan Annan sigue en marcha, como dijo impávido en Ginebra el sábado su portavoz, Ahmad Fawzi y prosigue el despliegue de observadores internacionales, la opción militar es la única que considera la oposición, armada por terceros que han ignorado siempre el plan. De hecho en la semana precedente han muerto más soldados que en el mes anterior y la violencia se extiende con fines diversos, como corresponde a heterogénea composición de la rebelión.

Para describir la situación algunos observadores regionales recurren con acierto a la palabra más adecuada, libanización, acuñada con notable insistencia por su tumultuoso vecino del sur. En efecto, la oficiosa guerra civil en Siria es una guerra inter-comunitaria, con matices, conductas y excepciones.

Todos los actores del drama, parecen moverse en función de intereses particulares, inherentes al clan político-cultural-confesional al que se pertenezca. Lo que confirma lo sabido: la noción de ciudadanía, aunque proclamada por la Constitución y técnicamente vigente, no ha superado las diferencias grupales, no provee la suficiente garantía de seguridad y prueba la debilidad institucional del régimen y, por tanto, la necesidad del poder de recurrir a la fuerza.

Un mosaico inmanejable

Es un fracaso que, al cabo de casi setenta años de independencia, reconocida a la fuerza por la potencia colonial, Francia, en 1946, Siria apenas pueda digerir su condición de país de países, ni de armonizar a las distintas comunidades presentes en él por las vicisitudes de la historia, entre las que también ayuda a entender algo la situación la previa decisión francesa de amputarlo para crear un estado para los católicos maronitas, el Líbano.

Haciendo un esfuerzo notable, el régimen sirio había terminado por reconocer de jure al Líbano hace cuatro años y abrió una embajada en Beirut. Se quejó entonces, y no sin razón, de que el sacrificio no tuvo apenas un reconocimiento internacional ni mereció elogio alguno. Ahora todo esto renace y los grupos que forman el extraño régimen -una federación de intereses entre la minoría alaui, que ocupa el centro del poder, sus socios cristianos, con dos grandes Patriarcados, y una burguesía urbana sunní que decidió jugar el juego- se sienten en peligro de muerte, incluso física, si son derrotados.

Todos estos colectivos siguen, como se dice ahora, su propia agenda y tienen sus protectores exteriores (el Vaticano, por ejemplo, no olvida a sus cristianos y se pasa por el alto el silencio de Roma ante los acontecimientos); los drusos, pocos y también dispersos entre Siria, Líbano e Israel, son cosa aparte y un punto herméticos.

El factor kurdo

Y los kurdos, un gran grupo de más de un millón de personas y mayoritarios en dos provincias, parecen invitados mudos en la fiesta: rehúsan tomar partido y, en cualquier caso, los rebeldes han fracasado en reclutarlos…Van a lo suyo, que es su propia reivindicación nacional en el sedicente Kurdistán, en su mayor parte en suelo de Turquía, donde se les combate a fondo.

La dimensión kurda es potencialmente explosiva y de gran importancia. No se valora entre nosotros que el jefe de la oposición turca y líder del 'Partido Republicano del Pueblo', Kemal Kiriçdaroglu, se opone a la política pro-oposición del gobierno… y es un alevi (alaui en turco), es decir, que comparte la fe, aunque con variantes, del núcleo central del poder sirio.

Todo esto late bajo el conflicto, que se dirige lenta e implacablemente hacia su regionalización. El volcán sirio, a estas alturas, no puede ser apagado ni por el plan Annan ni por unas elecciones que dejan indiferentes a la mayoría social, tras pasar prácticamente inadvertidas para el mundo.