Investigación y crisis económica
CATEDRÁTICO DE FÍSICA Y PROFESOR DE INNOVACIÓNActualizado:La crisis, además de sus aspectos negativos, pueden servir para analizar con rigor, los errores cometidos y desde ese análisis, planificar, modificar moldes anticuados, pensar en el futuro abrir nuevas oportunidades. Un sector en España que ha huido del análisis crítico es la investigación. Solo hay triunfalismo y autobombo. Asistí, hace unos días, a una muestra más de este triunfalismo en una conferencia, sobre investigación, impartida por un cargo de libre designación del gobierno local. Al final quiso magnificar el éxito de nuestros logros científicos con una comparación. El ejemplo fue tan mal elegido, que consiguió lo contrario. Demostró nuestro fracaso. En una trasparencia dividida en dos mitades mostró los datos de Corea del Sur y de España, ambos, con una población similar. De una forma muy resumida fueron los siguientes. En el año 1958 en España se inaugura SEAT mientras que Corea está en plena guerra civil. En 1970 España casi no tiene analfabetismo mientras que Corea tiene más del 50%. En el momento actual España triplica a Corea en publicaciones científicas internacionales, pero Corea registra, por año, 30 veces más patentes que España. Además, Corea tiene fábricas propias de coches, de electrónica, de motores náuticos, grandes astilleros... Es una demostración de que apoyar la competitividad, el nivel tecnológico o la innovación, de un país, en las publicaciones científicas es un error grave.
Con el fin de ampliar la visión que presentan unos datos más generales, del último quinquenio, obtenidos, fundamentalmente, de la OECD y de la 'Web of Knowledge'. Existe un consenso universal por el que otra calidad de la investigación depende del impacto de las publicaciones y no de su número. Incluso el número puede ser un factor negativo. En este aspecto España es un fracaso. Figura como el noveno país del mundo en el número de publicaciones pero en el lugar 35 en impacto, es decir, en citas por artículo publicado. Esto significa que hay, por lo menos, 35 países con más calidad científica que el nuestro. Este dato también indica que los artículos de los investigadores españoles son los que bajan el índice de impacto de las revistas internacionales. En muchas áreas, por ejemplo en Biología Molecular y Biofísica, estamos por debajo de la media mundial. Esto también ocurre con nuestros temas emblemáticos. Por ejemplo la Ciencia de Materiales. Si se comparan las publicaciones de la Universidad Pública Vasca o de las Universidades Autónomas de Madrid o Barcelona con, por ejemplo, el Instituto Weizmann, los índices de impacto de nuestras instituciones son la tercera parte del Weizmann. Estos datos se agravan cuando se tiene en cuenta la cifra de investigadores en las instituciones públicas españolas por 10.000 habitantes. España con 17,9 es uno de los países con más investigadores financiados por las administraciones públicas. Cifra superior a la de Francia (14,9), Alemania (13,6) o a la media Europea (13,8). Este dato baja, aún más, los índices de impacto españoles si se miden por investigador.
Si el análisis se extiende a las patentes el paisaje es más desolador. Ya vimos que Corea registra, por año, 30 veces más patentes que España. En las llamadas patentes triádicas, con efectos conjuntos en Europa, Japón y Estados Unidos, los registros españoles representan el 1,6% de los de la UE y el 0,47% del total mundial. En términos generales se puede decir que cualquier país desarrollado, con la cuarta parte de habitantes que el nuestro, nos multiplica por 8 o 10 nuestro número de patentes. Si el análisis se hace sobre patentes en uso la diferencia es de escándalo. Este panorama se agrava cuando el análisis se incorpora esa siembre de centros tecnológicos que ha cubierto el país, y que dicen que viven de su capacidad tecnológica. Ni su impacto, casi inexistentes, ni su registro de patentes justifican las ayudas públicas que reciben.
La política científica y tecnológica española necesita, con urgencia, un vuelco. Con el esquema actual, un año sin presupuesto de I+D no altera la productividad del país. Se mantiene el número de publicaciones, su baja calidad y la ausencia de transferencia. Por tanto ahí tienen, la administración central y las autonómicas, un importante nicho para reducir gasto. Una medida de este tipo puede sublevar a muchos investigadores. Pero, en su sublevación, lo que persiguen es mantener sus privilegios, que son muchos. Los investigadores disponen de viajes, asistencia a Congresos, deciden con libertinaje lo que hacen y nadie les pide cuentas. Para ellos la investigación es un divertimento como, para otros, los aeropuertos son para pasear. Estos científicos justifican su trabajo con terminología vacía de contenido. No pueden demostrar que son una pata importante para, por ejemplo, la creación de riqueza. Por tanto, callarse, es lo menos que pueden ofrecer, estos privilegiados, a los millones de parados. Con ellos también están en deuda los bancos y las empresas, pero es un tema para otro día.
Señores administradores público, tienen la oportunidad de poner las bases se futuro para la ciencia y la tecnología y, por tanto, para competitividad española. Ahorren un año, si se necesita, el dinero que no da los resultados esperados. Pero programen con seriedad el futuro. Se puede hacer. Además, los investigadores que quieren de verdad prestigiar la ciencia española tienen, ahí, la oportunidad de colaborar con ustedes en esa programación. Es este campo la crisis ofrece una gran oportunidad. Por favor, no la dejen pasar.