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Guangcheng deja la Embajada de EE UU entre promesas y amenazas

ZIGOR ALDAMA
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La comitiva de Hillary Clinton recorrió ayer Pekín como una exhalación. Y no era para menos. La secretaria de Estado de la superpotencia americana tuvo que emplearse a fondo con su extintor político para apagar el fuego que ha prendido Chen Guangcheng, el activista que la noche del 22 se escapó de su domicilio -donde estaba bajo un arresto ilegal- para refugiarse en la Embajada de Estados Unidos. Y, aun así, no parece que la responsable de la política exterior de Obama haya tenido mucho éxito, porque anoche se seguían sucediendo las informaciones y los rumores sobre una situación que podría disparar la tensión entre China y Estados Unidos.

El abogado, que denunció en la década de los 90 esterilizaciones y abortos forzosos en las zonas rurales, abandonó ayer la legación diplomática y fue trasladado a un hospital de la capital china. Hasta ahí, todas las fuentes concuerdan. No obstante, hay dudas sobre si lo hizo antes o después de que las autoridades chinas le amenazaran con apalear a su mujer hasta la muerte. El propio Chen aseguró a Associated Press que temía por la seguridad de su familia y que ansiaba abandonar el país. «Nos gustaría descansar fuera de China», dijo, antes de pedir a Estados Unidos que los proteja a él y a su familia.

No obstante, en una conversación con Channel 4, Chen afirmó que no le acompañaba en el hospital ningún representante americano. «No entiendo por qué. Habían prometido estar aquí».

Diferentes grupos de activistas chinos temen que Clinton se desentienda de Chen para mantener las buenas relaciones con China, y que el abogado sea devuelto a su pueblo en la provincia de Shandong. En ese caso, es evidente que Chen no volvería a escaparse jamás. Porque el activista ciego también describió ayer «la cárcel» en la que las autoridades habían convertido su casa, a pesar de que técnicamente es un hombre libre. «Instalaron siete cámaras de vigilancia y una valla eléctrica. Además, había agentes viviendo dentro». Así se entiende que su huída fuese una gran odisea, y que llegase a Pekín con heridas en un pie.

Ante las críticas, Clinton aseguró ayer que su país «velará por que China cumpla sus promesas», entre las que estaría la de dispensar un trato humano a Chen, y que el caso refleja «los valores» de Estados Unidos. Pero habrá que esperar a que concluyan las conversaciones previstas para hoy entre Clinton y sus homólogos chinos para ver con qué fuerza defiende esos valores, ya que la protección que se dio a Chen en la Embajada, a la que llegó «en circunstancias especiales», ha levantado ampollas en el seno del Partido Comunista. «Es una injerencia inaceptable en los asuntos internos de China», dijo Liu Weimin, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, antes de exigir disculpas.