El 'au revoir' de Hollande a Sarkozy
Los duelistas del Elíseo invocan a Mitterrand y al general De Gaulle en un pulso a distancia del Primero de Mayo
PARÍS.Actualizado:«Au revoir». Un triunfalista François Hollande despidió ayer por anticipado a Nicolas Sarkozy del palacio del Elíseo. Lo hizo con las mismas palabras pronunciadas al dejar el poder en 1981 por el centrista Valéry Giscard d'Estaing, el último presidente saliente derrotado en las urnas. A cinco días del escrutinio decisivo en las presidenciales francesas, los dos finalistas convirtieron el Primero de Mayo en un duelo a distancia que libraron bajo las sombras tutelares de François Mitterrand y Charles de Gaulle. Esta noche se miden en un esperado cara a cara radiotelevisado en directo.
Hollande viajó a Nevers, feudo electoral de François Mitterrand, el último presidente de izquierdas (1981-1995). El aspirante a cerrar el largo paréntesis de la derecha en el poder rindió homenaje a su correligionario Pierre Bérégovoy. El único obrero que llegó a ser jefe de un Gobierno socialista se suicidó en esa localidad del corazón rural de Francia hace 19 años. El Primero de Mayo de 1993 se pegó un tiro en la sien atormentado por su mala conciencia de clase tras sufrir un descalabro electoral y verse acusado de estar corrompido por un rico amigo de Mitterrand.
Tras realizar una ofrenda floral en su tumba, Hollande recordó que aquel antiguo ferroviario y sindicalista fue la persona a la que Mitterrand confió la preparación del traspaso de poderes con Giscard. «Tengo la impresión de que al candidato saliente de 1981 le había costado marcharse», ironizó en alusión a la imagen de la silla vacía dejada por el mandatario derrocado tras dirigir un displicente 'hasta la vista' a los franceses por televisión. «Yo no sé lo que el de ahora va a hacer, pero nosotros le decimos ya 'au revoir'», arrancó las risas de sus simpatizantes, convencido de una victoria presagiada por los sondeos.
Empapado en sudor
«François Hollande va a quedar decepcionado, pero seré generoso con los decepcionados», le respondió horas más tarde Sarkozy en París, todavía empapado en sudor por el baño de muchedumbres que se acababa de dar acompañado por Carla Bruni. «Destaco su energía, su determinación y el amor por su país», dijo la tercera esposa del presidente y primera dama de Francia a los micrófonos que recogieron las impresiones de la pareja tras un multitudinario mitin en la plaza de Trocadero.
Allí, con la majestuosa panorámica del Campo de Marte dominado por la torre Eiffel, Sarkozy invitó a los sindicatos a dejar la bandera roja ante un inmenso mar de enseñas tricolores francesas. Unas 200.000 personas según los organizadores, 40.000 como mucho en la calculadora socialista, asistieron al desafío del líder conservador a las centrales sindicales a las que emplazó a abandonar la política partidista, la lucha de clases y las viejas lunas ideológicas. «Vuestro papel es defender a los asalariados y el trabajo. Mirad lo que pasa en Grecia y en España, al final paga el trabajo. No queremos eso en Francia», arengó.
En un discurso evocador de las alocuciones que el general De Gaulle pronunciaba el primer día de mayo de los años 50 cuando estaba en la oposición, Sarkozy defendió la civilización europea, sus raíces cristianas, la identidad francesa y «un modelo, un humanismo que no queremos dejar que se diluya en un mundo sin principios, reglas ni fronteras». «Aumentar los salarios y disminuir los costes laborales es el desafío inmenso de los cinco años venideros», proclamó el candidato a un segundo mandato, asomado esta vez al gaullismo social. «El capitalismo de los emprendedores debe sustituir al capitalismo financiero», llegó a decir. Previamente, en una entrevista radiofónica, Sarkozy había descartado implícitamente la hipótesis de nombrar al centrista François Bayrou jefe de su Gobierno en caso de resultar reelegido.