Madre tigre vs. madre cruasán
¿Por qué los niños franceses no molestan? Criar a un hijo también es cuestión de nacionalidad
MADRID Actualizado: GuardarUn tren Eurostar sale de París a las 5.20 de la tarde. Llega a Londres, a través del Canal de la Mancha, dos horas después. No hace falta sacar la calculadora, porque este no es un problema matemático, sino un experimento sociológico. La pregunta es: ¿de qué nacionalidad era el niño que provocó su dolor de cabeza y no le dejó disfrutar de su novela? La respuesta: "El que gritaba y corría por los pasillos no era francés, con total seguridad", sentencia la periodista Pamela Druckerman en su libro 'Bringing up bébé'. Ya sabíamos que las francesas envejecían con más elegancia que la media, pero jamás sospechamos que las mujeres galas eran también más diestras que el resto de las mortales en un terreno más íntimo y mucho más importante: la maternidad.
Podría tratarse de un caso agudo de chovinismo, pero el caso es que Pamela Druckerman, la autora, es norteamericana de pasaporte y residente en París desde el años 2003, cuando se trasladó con un novio inglés que acabó convirtiéndose en su marido. Tres hijos y un libro superventas después, Druckerman proclama la superioridad de los padres franceses, cuyos niños son "civilizados y educados", sobre los anglosajones y sus vástagos "ruidosos, sobreprotegidos y malcriados".
Druckerman es la última, pero no la única, en afirmar que la nacionalidad también cuenta a la hora de educar a los niños. El año pasado, Amy Chua, una madre estadounidense de padres chinos, ya levantó algunas ampollas con su libro 'Himno de batalla de la madre tigresa', una oda (nada poética) a la disciplina extrema 'made in China' como método educativo.
En Estados Unidos, los dos libros han sido interpretados en clave de afrenta nacional. (Más información en MujerHoy.com)