Gadafi y Strauss-Kahn enfangan la campaña
Ségolène Royal, expareja de Hollande, evita coincidir con el exdirector del FMI «por respeto a los derechos de las mujeres» Aire viciado de vodevil tragicómico en la recta final de la carrera al Elíseo
PARÍS.Actualizado:Por si la campaña electoral a las presidenciales francesas no estuviera bastante crispada, los espectros de un sátrapa linchado y de un cadáver político han venido a terminar de enfangar la recta final de la carrera por el campo elíseo. El fantasma de Muamar Gadafi y las fantasmadas de Dominique Strauss-Kahn han viciado con aires de vodevil tragicómico la atmósfera de la batalla por la presidencia de Francia a una semana del duelo decisivo en las urnas entre el conservador Nicolas Sarkozy, candidato a la reelección, y el presidenciable socialista François Hollande, favorito en todos los sondeos.
El sábado por la noche el diputado socialista Julen Dray invitó a celebrar su cumpleaños a amigos y camaradas en el bar Oz de la calle Saint-Denis en París. Entre los convidados, citados por correo electrónico, figuraba la periodista Anne Sinclair, quien acudió acompañada por su marido, Dominique Strauss-Kahn. Al enterarse de la presencia del exdirector del Fondo Monetario Internacional (FMI) se produjo una estampida de los colaboradores de Hollande presentes en el festejo: Pierre Moscovici, director de su campaña; Manuel Valls, su portavoz; y Ségolène Royal, su expareja y madre de sus cuatro hijos.
«Fui a ese bar con mi hija a festejar el aniversario de Julien Dray. Pero no sabía que Dominique Strauss-Kahn también había sido invitado. Afortunadamente no me encontré frente a él», declaró ayer Royal. «Me marché porque que no es cuestión de reunirme con él aunque solo fuera por respeto al derecho de las mujeres», comentó la frustrada candidata al Elíseo de 2007, quien dijo del invitado sorpresa que es «totalmente indeseable en la campaña».
En una entrevista televisiva, Hollande también renegó del indiscutible favorito a conquistar el Elíseo cuando hace un año el sórdido episodio del hotel Sofitel de Nueva York arruinó su carrera política. «No está en la campaña, no tiene que regresar de ninguna manera. Ya no está en la vida política. No ha de estar en imágenes que podrían dar lugar a pensar que lo está», sentenció el candidato, que no se cansa de predicar la fraternidad y la solidaridad en sus mítines.
Por su parte, Nathalie Kosciusko-Morizet, portavoz de Sarkozy, ironizó con el hecho de que la cena de la discordia tuviera lugar en la calle Saint-Denis, histórico enclave de la prostitución en París. «No es una invención», bromeó en alusión a la reciente imputación por proxenetismo agravado de DSK, siglas por las que se conoce en Francia al exdirector del FMI.
Pero los responsables conservadores focalizaron sus esfuerzos en desactivar el último bombazo periodístico lanzado contra su campeón. El diario digital Mediapart había publicado la víspera un documento en árabe que recoge un principio de acuerdo del régimen de Gadafi para financiar con 50 millones la campaña de Sarkozy en 2007. «Es una infamia, una vergüenza. Un montaje de Mediapart, que es un gabinete negro al servicio de la izquierda», replicó el presidente-candidato.
«¿Creen en serio que si Gadafi escondiera algo sobre mí, habríamos intentado derrocarlo?», planteó Sarkozy, quien recordó que la intervención militar en Libia duró ocho meses. «¿Quién libró esa guerra? ¿Quién dirigía la coalición para derrocar a Gadafi? Francia ... Quizás yo fui el motor», añadió en una entrevista televisiva.
«Bomba fétida»
El primer ministro, François Fillon, puso en duda la autenticidad del documento publicado por «una oficina financiada por ricos amigos de François Hollande que, desde hace cinco años, no ha cesado de querer arrastrar por el fango al presidente de la República y nos lo saca a siete días de las elecciones». Además lo tildó de «calumnia» y de «bomba fétida».
Mediapart, que mantuvo «la seriedad y la fiabilidad» de la información, afirmó que la nota había sido dirigida el 10 de diciembre de 2006 a Bachir Saled, expresidente del gabinete de Gadafi. Pero el dignatario libio, que vive en Francia con un permiso de residencia concedido por el Gobierno, emitió «las más expresas reservas» sobre la autenticidad de un escrito del que dijo «no haber sido jamás destinatario». El controvertido documento lleva la firma de Musa Kusa, exjefe del contraespionaje libio.