¿QUÉ SERÁ DE NOSOTROS?
Actualizado:La orfandad es un sentimiento terrible, mezcla de tristeza, pérdida y recuerdo. Aún más cuando se produce por decisión voluntaria. «Te vas, me dejas y me abandonas». Si ya lo dijeron Los Chichos, catalanes ellos, con lírica implacable. Pero no me resigno, no lo hagas. La mera intuición ya sume, al que aguarda consuelo, en la negrura. Sabíamos que el momento siempre llega, pedimos confirmación o desmentido, sinónimos de pesar o alivio, respectivamente, pero sólo hallamos silencio discreto y adicción al trabajo. «Tenemos mucho que hacer, mucho que ganar o perder, son nuestros años mágicos, tenemos otras preocupaciones, ahora no toca» repetía una y otra vez en un ejercicio de responsabilidad que provocaba susurros de admiración. Y con tanto logro, tanta victoria, nadie se atrevía a discutir la decisión. Ya dirá.
Porque nadie ha apostado tanto por el toque. Y no sólo tu figura lo reivindicaba, es que lo has convertido en una de las bellas artes. Con la grandeza, además, de transmitir ese amor por el toque a los más pequeños, a tu segundo (ese tan célebre aunque le guste la fila de atrás) y a los que vienen detrás. Los canteranos, además, reciben ese legado con el entusiasmo de la fe. El toque es una forma de vida, hay que dar uno tras de otro, sin cansarse, con perseverancia de artesano, hasta que caiga madura la fruta del resultado perseguido. Por puro agotamiento del presunto, supuesto, enemigo al que siempre demostraste respetar.
Nadie ha apostado tanto ni tan bien por la imagen. Todo lo que pasaba en el equipo tenía, tiene, tu cara. Todos podían refugiarse detrás porque ese rostro, su carisma, llenaba, llena, el espacio como un icono. Todo lo bueno que pasara, todos los triunfos, eran cosa tuya pero no por egolatría. Era una medida de protección porque todo lo malo que viniera, cada derrota, también se cuelga en esa misma percha. Lo que pasó es que, como Parker Lewis, los grandes nunca pierden.
Nadie supo atraer tantas cámaras, aparecer tanto en la pantalla, con un imán que brota del carácter personal y se convierte en ideología, en propuesta racional, en método que seguir cuando ya no esté esa figura ubicua. El mensaje omnipresente, a cada paso, en cada esquina, tenía que calar. Y caló cabal.
Jamás la persona que estuvo al frente supo sumar, a mayor gloria de su credo, de los colores, la bandera y el escudo comunes, más respaldo por indiscutible aclamación popular. El sentimiento de colectividad nunca estuvo tan agrupado. Nadie supo rentabilizar y dignificar los símbolos, religiosos, folklóricos e incluso futbolísticos, hasta convertir un estadio en un templo que siempre preservará su memoria. Del anciano del portal hasta el plutócrata de casino, todos a una tras tu nombre.
Ya sé que podrías quedarte hasta que te diera la gana que has ganado el derecho a decidir si el cargo es vitalicio o efímero, pero Teófila, no hagas como Guardiola, dinos ya si vas a seguir otra temporada más, si renovarás, si consideras el trabajo hecho o anhelas otra etapa.
Deja que nos preparemos el cuerpo porque después de ti, como de él, qué viene, ¿qué será de nosotros?