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Mark Rutte (derecha), primer ministro en funciones, con el líder ultra Wilders. :: EFE
MUNDO

La austeridad se vuelve contra Holanda

El Gobierno, uno de los más duros con los socios con déficit excesivo, cae incapaz de pactar sus recortes

IÑAKI CASTRO CORRESPONSAL
BRUSELAS.Actualizado:

La brutal crisis que estrangula Europa está provocando situaciones paradójicas, casi sonrojantes. Holanda, una de las economías más estables y competitivas del continente, ha dejado esta semana uno de los ejemplos más nítidos. El Gobierno de Países Bajos, integrado por una coalición de centro-derecha, se vio obligado a dimitir el lunes ante su incapacidad para pactar los recortes necesarios para cumplir con el límite de déficit. Aunque días después se logró un acuerdo agónico con el respaldo de la oposición, el Ejecutivo en funciones sintió la mirada fija de distintos socios comunitarios. Nadie olvidaba que Holanda ha sido durante meses un incansable martillo reclamando recortes a los países más vulnerables.

El primer ministro holandés, el liberal Mark Rutte, llegó al poder hace apenas 18 meses. En aquel momento, Grecia ya se había desplomado y el líder de Países Bajos eligió rápidamente su bando. Ingresó en la que durante algún tiempo se conoció como 'la coalición del no', un grupo de socios del norte de Europa liderados por Alemania que se oponían a cualquier refuerzo del fondo de rescate para ayudar a las economías más castigadas por los mercados. Junto a Finlandia, Holanda se destacó por su exigencia de mano dura para que se respetaran al milímetro los techos de déficit.

Rutte, antiguo directivo de la multinacional Unilever, levantó muchas ampollas tras el verano pasado con un artículo en el 'Financial Times'. El dirigente holandés reclamó en el diario británico el nombramiento de un comisario de disciplina presupuestaria, una idea que se recicló meses después con la vista puesta en Grecia. Rutte proponía en su texto que el responsable comunitario tuviera amplios poderes para controlar las cuentas de un país e incluso pudiera ordenar una subida de impuestos. Como conclusión, exigía que los socios opuestos a estas medidas abandonaran el euro, una sanción que también planteaba abiertamente para aquellos que no corrigieran su exceso de gasto.

Con afirmaciones de este calado en su historial, Rutte se encontró en el ojo del huracán a principios de este año. El agravamiento de la situación económica -el país se ha deslizado hacia la recesión al igual que España o Reino Unido- descuadró sus cuentas e hizo saltar todas las alarmas. Si no se aprobaban nuevos recortes, el país sería incapaz de cumplir sus compromisos con Bruselas y rebajar el déficit del 4,6% al 3% el año que viene. La UE no se mordió la lengua y pidió al Ejecutivo que se aplicara la misma «rigurosidad» que había exigido a otros socios. De lo contrario, se exponía a ser multado y a quedar marcado como uno de sus criticados socios manirrotos.

El Gobierno holandés inició las negociaciones a principios de marzo. Los contactos se desarrollaron con total sigilo entre Rutte, el responsable de la democristiana CDA -su socio en el Ejecutivo- y Geert Wilders, el líder populista que otorgaba desde el exterior la mayoría parlamentaria al gabinete. Los tres analizaron los recortes durante semanas con la única compañía de un asesor para evitar filtraciones. El objetivo era consensuar un tijeretazo extra de 12.000 millones. Todo transcurrió en secreto, pero se esperaba un acuerdo de forma inminente. Wilders, sin embargo, dio la sorpresa el sábado de la semana pasada al anunciar su 'no' rotundo a los ajustes.

El rechazo del líder ultra dejó al Gobierno solo con 52 diputados en un Parlamento con 150 asientos. Ante la evidencia, Rutte presentó su dimisión dos días después. La renuncia le valió al país un fuerte e inusual tirón de orejas de los mercados ante la dudas de que se pudieran sacar adelante los recortes. Incluso, se puso en duda su triple A, la máxima nota de las agencias de calificación. Holanda, modelo de gestión sobria y responsable, quedaba retratada junto a los países más castigados por los inversores.

Subida del IVA

La pequeña convulsión sirvió para que el viernes el Gobierno en funciones alcanzara un acuerdo con tres partidos de la oposición sobre los ajustes. El pacto incluye la subida del IVA al 21%, la congelación de los sueldos de los funcionarios y el adelanto de la entrada en vigor de la extensión de la edad de jubilación. Rutte remarcó que las medidas «no siguen las directrices de Bruselas», sino que el país cree en el saneamiento de las cuentas públicas como palanca para salir de la crisis. La referencia a la UE no fue casual. Wilders, que ahora parece decidido a explotar el filón del euroescepticismo, tumbó al Ejecutivo por su negativa a seguir los «dictados» de la Unión.

Las elecciones anticipadas, toda una costumbre en un país con un espectro político muy atomizado, se celebrarán el 12 de septiembre. En ellas, parece que el rechazo a la UE puede jugar un papel esencial. Aunque según las encuestas Rutte volverá a ganar con un margen más amplio, se requerirá de nuevo una coalición para formar gobierno. Los sondeos indican, además, un fuerte ascenso del euroescéptico Partido Socialista, que podría colocarse como segunda fuerza. Wilders, en cambio, tiende a desinflarse después de que el número dos del partido le abandonara por falta de democracia interna. Hero Brinkman se marchó acusándole de recibir fondos de 'lobbies' norteamericanos.