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Solo Merkel cree que hay que ahorrar

La canciller alemana defiende casi en solitario la doctrina de la austeridad y afronta un complejo calendario electoral en su país

ALMUDENA DE CABO CORRESPONSAL
BERLÍN.Actualizado:

La canciller federal de Alemania, la 'gran dama' de las cumbres de la Unión Europea, empieza a ver peligrar su magisterio en política económica. Y es que, tras las voces discrepantes que se han escuchado desde el sur de Europa e incluso desde el Reino Unido, la cancillería berlinesa ha visto declinar, al menos por ahora, la estrella de Sarkozy y se ha visto sacudida esta semana por los resultados de las elecciones francesas el pasado domingo -victoria del socialista François Hollande en la primera vuelta-; e igualmente por la caída del Gobierno holandés de Mark Rutte, en este caso a causa de los recortes necesarios para cumplir los límites fijados por la UE. Hasta el Ejecutivo checo se tambalea a causa, entre otros motivos, por los tijeretazos en el presupuesto.

Los portavoces del Ejecutivo alemán se esmeran estos días en dejar claro que las turbulencias políticas en los países vecinos no harán mella en la filosofía de austeridad que Merkel defiende a machamartillo; una receta que considera «totalmente necesaria» para sortear la crisis financiera. Sin embargo, Berlín no tiene más remedio que reconocer que ahora se enfrenta a una «situación difícil». Fuera de su país, los políticos utilizan la impopularidad de Merkel en su beneficio.

Esta semana, la líder alemana defendió una vez más la doctrina del ahorro recordando que hubo un tiempo en que Alemania no tenía deudas. «Es necesario regresar a esa situación. No debemos actuar como si fuera una imposición vivir con lo que ganamos», recalcó. «No podemos vivir cargados de deudas, y es algo que no se debería consentir en ningún país de Europa».

Nada apunta a que la canciller vaya a dar su brazo a torcer, pero sin el apoyo de su «querido» amigo Nicolas Sarkozy el camino, complicado de por sí, se le va a hacer aún más cuesta arriba. Pues todo apunta a un gran número de disputas en el seno de la Unión Europea sobre cuestiones decisivas, como el pacto fiscal; los eurobonos, a los que ayer se refirió Franços Hollande; o el papel del Banco Central Europeo.

Apoyo interno

En favor de Merkel juega que, a pesar de los reveses que sufre su política fuera de Alemania, ella se ha granjeado grandes apoyos en su país. De hecho, actualmente es la política mejor valorada por los alemanes. Según el último sondeo del instituto demoscópico Forsa, que se conoció ayer, su partido, la Unión Cristiano Demócrata, obtendería el 35% de los votos, frente al 24% del los socialdemócratas (SPD).

No obstante, la canciller tiene por delante un complicado calendario político interno, con elecciones el próximo mes en el lander de Schleswig-Holstein y en el estado más poblado de Alemania, Renania del Norte-Westfalia. Por si fuera poco, a finales de mayo los parlamentarios alemanes tendrán que aprobar el pacto fiscal y el Fondo de Estabilidad Permanente de la UE, tareas para las cuales el Gobierno necesita a la oposición. Pero esta espera impaciente que los problemas nacionales y europeos resquebrajen la ya debilitada coalición gubernamental, en la que conviven cristianodemócratas y liberales.

Merkel observa con preocupación lo que sucede fuera de su país: por ejemplo, los movimientos del ultraderechista holandés Geert Wilders, que quiere ampliar su espacio electoral con un discurso antieuropeísta y xenófobo. O el ascenso histórico del Frente Nacional en los comicios franceses, agitando una bandera parecida. O la postura de François Hollande, que le ha plantado cara, con el aplauso de los socialdemócratas alemanes.