Los barones de Fleet Street se confiesan ante el juez
Un ministro británico ya está en apuros en el desfile de dueños de periódicos, Lebedev, Barclay y Murdoch hijo, por la investigación sobre escuchas ilegales
LONDRES.Actualizado:La estampa de Eugeny Levedeb, el hijo de 32 años de Alexander, uno de los grandes magnates de Rusia que salieron del KGB para enriquecerse con el acopio de propiedades del Estado comunista, combina traje de 'gentleman' británico, camisa y corbata quizás de Nueva York, barba de monarca en tiempos revolucionarios y un bronceado envidiable.
Se empeñó el lunes, con voz y ademán serenos y graves, en afirmar que ha gastado cerca de 80 millones de euros en tres años, como propietario del único periódico de la metrópoli de Londres, el 'Evening Standard', y del más pequeño entre los de tirada nacional, 'The Independent', para defender el bien de la libertad.
El día que compró el Standard se celebraban en Moscú los funerales de la joven periodista Anastasia Baburova y del abogado Stanislav Markelov. Formaban parte de la plantilla de su padre en la revista 'Novaya Gazeta', que ya deparó el caso célebre de Anna Politkorskaya, asesinada también por sus investigaciones sobre crímenes del gobierno de su país.
Levedeb pidió al juez Leveson, al que el Gobierno británico encargó que analice la conducta general de la prensa británica y proponga una forma de mejor regulación, que sea leve en sus conclusiones para no dañar la libertad de prensa. Es un empresario ingenioso, que hizo gratuito el vespertino 'Standard' y que inventó el 'i', un pequeño y breve resumen de noticias que vende a 25 céntimos.
Los hermanos gemelos Barclay, por su parte, han perdido el 40% de los lectores del 'Daily' y 'Sunday Telegraph', pero ganaron el año pasado unos 60 millones de euros con el negocio, al que añaden múltiples intereses inmobiliarios y el hotel Ritz. Viven en una isla del canal de la Mancha y su celo por mantener allí su privacidad es tan obsesivo que sorprende en unos propietarios de prensa.
Aidan, el mayor de los hijos de los Barclay en sus respectivos matrimonios, compareció ante el juez Leveson, que investiga episodios de la saga de las escuchas ilegales, pero también las relaciones de los propietarios con los directores de sus periódicos y también con los líderes políticos. Aidan Barclay pareció demasiado tímido como para pedir favores a un primer ministro.
Explicó al juez sus desayunos o almuerzos con políticos, cómo podía enviar a Gordon Brown un largo mensaje telefónico para señalarle algún problema de la economía británica o pedir a David Cameron que llamase todos los días al director del 'Telegraph' para explicar su línea durante la campaña electoral. Pero no tendría inconveniente en que un funcionario anotase las minutas de sus conversaciones.
El juez Leveson y Barclay mantuvieron una amena conversación sobre el 'horror' de crear una ley de Prensa y la dificultad de una regulación que incluya a papel, televisión, radio, digitales... El mundo de Barclay es así. Es un conservador, propietario de un periódico conservador, que le facilita el acceso al poder político; es decir, que sus opiniones se oigan aun reconociendo la complejidad de todo.
El gran enredo
James Murdoch, hijo de Rupert Murdoch, está sin embargo hasta las narices de los conservadores británicos y de los británicos en general. Ya ha dimitido de todos sus cargos en las ramas locales de News Corporation, pero aún así le traen a Londres para comparecer ante comités parlamentarios o jueces. Quizás un día lo llame también la Policía. Es el precio por las escuchas ilegales del 'News of the World'.
La parte más cara del precio fue abortar su intento de comprar todas las acciones de la televisión BSkyB. El escándalo estalló justo cuando Murdoch estaba tropezando con el ministro que tenía que dar el plácet, un liberal-demócrata que se oponía a la compra. Tenía sin embargo la amistad de un ministro conservador, Jeremy Hunt, que apoyaba con gusto a su compañía.
Al liberal que era un obstáculo para los Murdoch se lo cargó el 'Telegraph', también opuesto a los Murdoch, revelando su conversación con dos periodistas que se hicieron pasar por votantes de su circunscripción y que le engatusaron para alardear de cómo podía parar al magnate mediático. Pero el 'Telegraph' no publicó esta parte de la conversación, que llegó sin embargo a un periodista de la BBC que es íntimo amigo de un colaborador de Murdoch. Aidan Barclay afirmó que no se enteró de cómo pudo ocurrir todo esto.
El enredo de intereses y vanidades de Fleet Street, la vieja calle gremial que acogía a los periódicos, ha sido siempre colorido. El desfile de los barones de la prensa tiene ya un ministro en apuros, el favorable a la compra de BSkyB por los Murdoch, porque se conocieron ayer correos electrónicos y mensajes que serían impropios de su papel. Y hoy comparece el patriarca octogenario, Rupert, el que en esa calle levantó su imperio.