La semana trágica del Barça
Los de Guardiola no estarán en la final de Múnich porque permitieron resucitar a un Chelsea que estaba muerto con 2-0 en contra y uno menos por la expulsión de Terry
Actualizado:Los designios del fútbol son inescrutables. Una mala noche de Messi, gafado ante un Chelsea al que no marca ni de penalti, un despiste imperdonable cuando la eliminatoria estaba ganada, la ansiedad, cierta falta de frescura y la falta de otro tipo de fútbol para derribar un muro tienen la culpa de que el Barça fuera apeado por un rival mezquino. Por increíble que parezca después de dos partidos unidireccionales, los de Guardiola no competirán en la que hubiera sido su tercera final de ‘Champions’ en cuatro años. En cuatro días fatales, el Barça ha tirado la temporada. Le queda la Copa del Rey, pero es un torneo menor para el que ha sido y, seguramente sigue siendo, el mejor equipo del mundo.
El duelo recordó al de hace un par de años con el Inter de Mourinho. El Barça fue el único que intentó jugar pero se quedó en el camino frente a un adversario rocoso, muy experimentado, que se atrincheró junto a un Cech colosal y resolvió en acciones aisladas. Mención especial para Drogba, un coloso a sus 34 años. Su trabajo en defensa es un ejemplo para enseñar en las escuelas de fútbol. Cabe lamentarse y hablar de injusticia, de dos balones a la madera, pero los catalanes perdieron por sus errores una eliminatoria ganada. En Londres, y en Barcelona. Si con 2-0 a favor y contra diez, no sigues adelante y acabas empatado, es porque algo ha fallado. Y si no aciertas ni desde penalti, queda poco que decir. Messi acabó llorando, la afición entregada a su equipo y con Fernando Torres exultante porque cerró la eliminatoria en el descuento. Los tres goles británicos en la eliminatoria, en tiempo añadido. Faltas de atención y desenlaces inexplicables. Esta vez no hubo ‘iniestazo’.
Después de los experimentos fallidos de Guardiola en el clásico, había inusitada expectación por conocer su once ante el Chelsea. Cuatro cambios con respecto al choque ante el Madrid, ya que entraron Piqué, Cesc, Alexis y Cuenca. Lo más novedoso, empero, era la ausencia de Alves, titular indiscutible hasta la fecha. Aunque se pueda pensar en un castigo por sospechar de él como el topo que filtró la alineación ante el eterno rival, es más lógico concluir que le castigó por fallar en el gol encajado en Stamford Bridge, ya que la arrancada de Ramires le sorprendió en una aventura ofensiva, y por no ser capaz de desbordar el pasado sábado. Defensa de tres, ausencia de laterales, Messi de enganche, Cesc tirado a la izquierda y Cuenca de extremo para fijar a la zaga londinense. Pep también trabajó al detalle el aspecto anímico. Se trataba de afinar la puntería y de mostrar control emocional. Según reveló Manel Estiarte en RAC 1, fue «la charla más intensa y diferente» de Guardiola a sus pupilos.
El Barça, ciertamente, salió con más chispa, velocidad y mordiente que en el clásico. Se asoció mejor y tocó con más precisión ante un Chelsea muy inferior al Madrid en todos los aspectos y dispuesto en el campo según lo previsto. El mismo equipo de la semana pasada. A base de paredes, los culés generaron pronto dos ocasiones enormes que Messi, negado ante los londinenses, no definió bien. Primero recibió de Alexis y tiró al exterior de la red y, minutos después, Cesc le brindó un pase de tacón y el argentino lo estrelló contra el portero.
Detalles decisivos
Entonces, el choque ya ofrecía dos detalles de esos que deciden. Di Matteo tuvo que modificar por vez primera el planteamiento por la temprana lesión muscular de Cahill, ya que incrustó a Ivanovic de central y puso a Bosingwa de lateral, y Guardiola también se vio obligado a mover el equipo porque Piqué se quedó conmocionado tras un choque brutal contra Valdés. Recurrió a Alves.
Cumplida la media hora, los nervios asomaban. Pero en dos minutos, el Barça desniveló la balanza. Busquets logró su primer gol de la temporada al rematar a portería vacía un pase extraordinario de Cuenca. Hay que tener mucha sangre fría para no disparar en esa jugada y ofrecer una asistencia a algún compañero mejor situado. Enseguida, Terry hizo otra de las barbaridades que jalonan su carrera. Sin balón por medio, golpeó de forma alevosa a Alexis con su rodilla. Le dio fuerte en la parte baja del gluteo, junto al bíceps femoral. Lo vio el asistente y el internacional inglés vio la roja directa. Nueva reestructuración de Di Matteo que aprovechó el Barça en un contragolpe. Messi aguantó hasta el límite para abrir sobre Iniesta, cuyo control orientado ya fue medio gol. El éxtasis azulgrana provocó un error mayúsculo en defensa que resucitó a un rival que estaba muerto. Por falta de concentración, dejó pensar a Lampard, que se inventó un pase soberbio que hizo mejor Ramires al picar sobre Valdés. El Chelsea llegaba clasificado al descanso. Milagroso.
Más intriga y fenómenos extraños en la reanudación. El colegiado turco erró muy pronto al indicar penalti por un supuesto derribo de Drogba a Cesc. Entró a destiempo el marfileño pero el catalán se dejó caer sin recibir el impacto. Messi reventó el balón contra el travesaño. Su octavo penalti fallado de 33 lanzados. El asedio culé era tal que Drogba se confirmó como un defensa más. Estuvo pletórico. Robó un balón cerca del fondo, se incorporó con fuerza y potencia y desde el centro del campo intentó sorprender a Valdés. Iniesta, Alexis, Cuenca...Había ocasiones pero el gol no llegaba y los piques entre Lampard y Cesc, ya conocidos en la ‘Premier’, distraían. A la salida de un córner, Ivanovic puso el corazón en un puño. Paciencia era la clave. Guardiola buscó más profundidad con Tello y disparo con Keita. Ya era un partido de balonmano, solo que con los británicos basculando cerca de su área. Mata se fue sin tocarla, hubo un gol anulado a Alexis por un fuera de juego de céntímetros y la emoción se acabó cuando entró y marcó Torres. El Chelsea está en la final. ¡Porca miseria! Queda el Madrid.