Un francés contrarrevolucionario
Tarde tediosa marcada por la falta de presencia y juego de los toros
SEVILLA Actualizado: GuardarUno de los artistas más influyentes en la vida cultural de Francia, el cineasta suizo Jean-Luc Godard, sostenía en un conocido ensayo cinematográfico que, queramos o no, la revolución en el arte se estará haciendo siempre. Según la tesis de Gordard, el gesto revolucionario ha que venir de quien ejerce el genio creador, pero como en esto de los toros son tres actores los que protagonizan el rito -toro (ganadero), torero y afición- no se puede descartar que la lógica inflexiva en este centenario arte no surja solo de los toreros.
En la tarde de ayer, por ejemplo, ese conato subversivo provino de los tendidos, hastiados ya de las evidentes carencias ganaderas de esta feria. Muchas veces, demasiadas, parece que, en cuestión de toros, todo vale en la respetuosa plaza Maestrante, pero cuando ayer Castella quiso brindar al público la muerte de su anovillado enemigo, la plaza, harta ya de baile de corrales, le abroncó en un gesto indicativo de que algo ya va demasiado mal. Lo paradójico es que el torero francés, lejos de dejarse llevar por vientos de ese concepto patrio, se erigió en adalid contrarrevolucionario. Y es que Sebastian, quien no se había encontrado consigo mismo ni en su primer toro, ni en los que lidió el pasado sábado, salió de su purgatorio de enganchones para dejarnos ver el torero que puede ser, sofocando la insurrección de unos tendidos, por una vez rebeldes y libres de usos nobiliarios.
Por desgracia, hay muy pocos toreros raros en el escalafón. Tampoco son muchos los que mantienen de forma explícita una comprensión transcendente de la fiesta, asumiendo los riesgos del compromiso con el sitio y la quietud. Muy pocos son también los toreros franceses. Castella tiene estas tres cualidades y por eso es un torero absolutamente trascendental para este arte. Lleva varias temporadas atascado el torero en el compromiso con sus formas, sin resolver el dilema entre verticalidad y la profundidad que ha de afrontar todo torero. Por eso hay que celebrar, aunque hayan sido dados en una tarde bochornosa, los largos muletazos que con ambas manos ha podido dar hoy el francés al cuarto de la tarde. Por fin su muñeca tuvo el mando para sacar largo al toro, para ganar profundidad. Por fin la verticalidad se fundió por momentos con el temple, en una serie de naturales en la que, por primera vez en sus cuatro tardes, el francés se libraba de los enganchones. Sé que es poco pedir con tanta capacidad y tan poco oponente, pero en una tarde como ésta, que menos que fijarse en la esperanza, aunque nos cueste una justa revolución.
Lote insufrible
Otro torero que la fiesta no puede amortizar es Daniel Luque. En el convergen varias formas del toreo, desde referencias ojedistas hasta una cierta gracia rondeña. Nada de esto pudo enseñar ayer con un lote insufrible del que no puede dejar de atribuirse cierta responsabilidad en la elección, sino quiere entrar en ese innoble vicio de engañarse a sí mismo.
Algo más de movilidad tuvieron los dos toros de Cayetano, quien quiso calentar la tarde recibiendo a porta gayola a su primero, al que luego meció en unas templadas verónicas. Cayetano tiene la suerte de que no le cuesta componer la figura, como lo demostró ayer con los hermosos ayudados por alto con los que inició faena al primero. El pequeño de los Rivera es un torero que raramente se afea y, por ello, a pesar de las oportunidades perdidas, los tendidos no terminan de mirarlo con malos ojos al comienzo de cada faena. El problema viene luego, y no es otro que el sitio. Por resumir, es imposible que haya emoción con un hueco de un metro entre toro y torero, como el que hubo ayer en cada una de las tandas que, en ambos toros y por ambos pitones, dio Cayetano.
Desde el primer día de feria, muchos aficionados están fascinados con una bellísima y enigmática mujer francesa que se sienta sola en el tendido once, leyendo 'Le Monde' entre toro y toro. Hace unos días, ante su comportamiento hierático, el conocido pintor taurino mexicano Carlos Salgado afirmó en público muy fascinado que "algo tendrá esa mujer para que le gusten tanto los toros". Pues, tras una tarde insufrible como la de ayer, creo que puedo darle una respuesta: paciencia. Mucha paciencia, el gran enemigo de la revolución.