TOROS | FERIA DE ABRIL

El Fundi, un torero legítimo

Se despide de Sevilla con el reconocimiento de la Maestranza

SEVILLA Actualizado: Guardar
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Con los años, la plaza de la Maestranza se ha ido convirtiendo en lugar menos apropiado para ver torear a Morante de la Puebla. Esta es una cuestión muy difícil de explicar y, seguramente, responderá a muchas causas. Entre ellas, no cabe duda que puede estar el hecho de que el maestro de la Puebla pueda sentir el peso de la responsabilidad en el que es por naturaleza el coso que le ha marcado el destino. No obstante, no podemos dejar de barajar la idea de que sea la propia plaza la que engendre una atmósfera poco propicia para el genio de este torero, al que inevitablemente se le tiende a ver a través del filtro del currismo, o mejor dicho, a través de los tópicos que descansan sobre ese inabarcable concepto que es el del currismo.

Y es que uno no entiende como se puede pasar, como ocurrió ayer con su primer toro, del olé quebrado por una primera verónica con la que el torero solo se situó en el albero, a la decepción más estrepitosa por un desarme en ese mismo lance. A partir de ahí, los dos toros de Morante se lidiaron entre un murmullo de frases comunes del estilo a "no lo ha visto", "el toro le ha mirao", "hoy no está".

En este clima, Morante estuvo ayer abúlico y perdido, siempre dedicado a sus interiores asuntos. Dos espadazos huidizos y la gente entre cabreada por la faena y satisfecha por la confirmación de su estereotipo morantista, como torero sevillano y medroso, de pocas tardes de inspiración. Tópico tan falso como injusto.

Estuvo muy dispuesto Castella, quien buscó con todas las armas de su tauromaquia la comunión con el toro y los tendidos. Recibió a su primero con unas elegantes verónicas rodilla en suelo y comenzó su faena de muleta, planteando una obra vertical y quietista con la mano derecha que no llegó a calar. Lo intentó por ambos pitones, situándose siempre en un punto de partida irreprochable al comienzo de cada una de sus tandas, pero la corta y desclasada embestida de los toros casi no le dejó sacar un par de muletazos limpios. En su segundo, el francés estuvo alegre con el capote, primero con una buena tanda de ceñidas verónicas, rematada con una media que estropeó el toro doblando las manos. Ya en el terció de varas, Castella se volvió a lucir con una serie de chicuelinas que fueron de lo mejor de tarde. Repitió con casta el toro en la primera tanda de derechazos del francés y hasta pareció por un momento que este segundo iba a salirse del anodino juego del resto de la corrida. Nada, por ninguno de los dos pitones demostró el toro cualidades para el toreo, a pesar de los intentos de Sebastián quien con una estocada algo caída cerró su primera tarde.

Deber cumplido

Se despedía ayer el Fundi de la arena sevillana y la plaza le ovacionó con un cariño sincero antes de salir el primero de la tarde. Dio algún juego este toro en la muleta, pero no llegó el Fundi a cogerle del todo el sitio como a él le hubiera gustado. Mucho mejor se acopló el torero con su segundo al que recibió con una serie de verónicas rematada con dos medias torerísimas. Más toreras aún fueron las chicuelinas al paso con las que dejó al toro dispuesto para la suerte de varas. Brindó el torero al público y comenzó la faena sometiendo al toro por bajo. Luego una sobria serie de naturales, donde el torero pudo lucir la madurez de su muñeca a la hora de colocar al toro.

La plaza de Sevilla supo ver la disposición de un torero cuya tauromaquia es más del gusto de otras plazas, y le concedió esa atención propia de quien desea un triunfo. Y fue aquí cuando la banda de música de la Maestranza no quiso tocar para enfado de gran parte de la plaza, quemada con cierta razón, con el sobrevenido protagonismo que ha adquirido la batuta del maestro Tristán en el desarrollo de las faenas. Tres grandes derechazos rematados con el de pecho, dejaron ya al director en evidencia, y este puso a tocar a sus muchachos, con el reproche general del público y la negativa del propio Fundi, quien en varias ocasiones instó a la banda al silencio hasta hacerlo cierto. Hizo muy bien el Fundi, no porque así esté escrito que hay que hacerlo, sino porque lo hizo por verdadera convicción.

La misma convicción con la que toreo su último toro en Sevilla, al que pinchó y por el que se le pidió una oreja después de una estocada delantera. No se la dio la presidencia y también hizo muy bien, por la plaza y, sobre todo, por el Fundi que se sabía más merecedor de esa vuelta al ruedo que pudo dar con la legitimidad que da el deber cumplido, con la verdad que ha tenido su vida de torero.