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A la izquierda, el candidato socialista François Hollande durante un acto electoral celebrado ayer en Saint-Dizier. Abajo, el exministro de Chirac, Azouz Begag. :: AFP / AP
MUNDO

Hollande atrae a los chaqueteros

Media docena de exministros en gobiernos de la derecha votará mañana por el candidato socialista

FERNANDO ITURRIBARRÍA CORRESPONSAL
PARÍS.Actualizado:

La pronosticada victoria del socialista François Hollande en las presidenciales francesas, que mañana pasan la criba de la primera vuelta para la gran final del 6 de mayo, le ha atraído un cortejo de simpatizantes de última hora que habían coqueteado en un pasado no tan lejano con el poder conservador. El baile de los chaqueteros, algunos símbolos de la política de apertura de Nicolas Sarkozy a la izquierda, ha sido acogido con un concierto de sarcasmos e improperios en la derecha y los recelos del aspirante a la alternancia en el poder, temeroso de que cale en su electorado la impresión desmovilizadora de que ya tiene en la mano las llaves del palacio del Elíseo.

No menos de media docena de antiguos ministros de la derecha han anunciado esta semana que votarán mañana por Hollande. Corinne Lepage, que no logró reunir los 500 avales para presentarse, ocupó la cartera de Ecología en el Gobierno de Alain Juppé (1995-1997) antes de ser vicepresidenta del Modem del centrista François Bayrou.

También fueron compañeros de viaje en la era de Jacques Chirac Brigitte Girardin, exministra de Ultramar, y Azouz Begag, exministro delegado a la Promoción e Igualdad de Oportunidades. Este último apoyó en las presidenciales de 2007 al centrista François Bayrou, al que luego abandonó por Dominique de Villepin, quien tampoco sumó los patrocinios necesarios para optar al Elíseo. «Ser 'antisarkozysta' es un comienzo de programa. Estoy orgulloso de aportar mi piedra a la reconstrucción de la Francia post Sarkozy. Aunque no hay que vender la piel del oso antes de cazarlo», se ha justificado.

Pero los tránsfugas que más sensación han causado son los antiguos ministros en el primer mandato de Sarkozy, candidato a la reelección. Se trata de personalidades de perfil progresista como Fadela Amara, secretaria de Estado para la política urbana (2007-2010); Martin Hirsch, comisario contra la pobreza (2007-2010); o Jean-Pierre Jouyet, secretario de Estado para Asuntos Europeos (2007-2008).

Fundadora de Ni Putas Ni Sumisas, asociación feminista que opera en los suburbios, Amara se había quedado en la estacada al apostar por Jean-Louis Borloo, quien finalmente renunció a ser la alternativa de centroderecha a Sarkozy. «Fadela: ni puta ni sumisa... pero un poquito», escribió en las redes sociales el conservador Franck Staub, antes de presentar más tarde sus excusas. Es una muestra de las reacciones habidas en la derecha contra los «desertores», «oportunistas» y otras lindezas. «Ahora se acuerdan de que han sido socialistas. Lo que hacen es asqueroso», sentenció Rama Yade, uno de los rostros de la diversidad étnica de Francia en los primeros gabinetes de Sarkozy.

El destino del traidor

Sarkozy se ha limitado a ironizar sobre la «elegancia» de quienes han cambiado de barco por el peligro de naufragio. «La política de apertura en un país eruptivo como Francia es absolutamente necesaria pero quizá me equivoqué sobre la columna vertebral y la elegancia de esas personalidades», admite el candidato conservador.

Por su parte, Hollande anuncia que no utilizará el mismo método de apertura política aunque promete que «no cerraré la puerta a nadie». Pero saca un cerrojo cáustico al ser interrogado por algunos excamaradas de camisa descolorida como Bernard Kouchner, a quien Sarkozy nombró ministro de Asuntos Exteriores en el año de 2007. «No busco a nadie. Ellos, a través de su conciencia, tienen que saber lo que han de hacer. Y algunos ya ni siquiera tiene conciencia...».

Caso aparte es Eric Besson, paradigma de la felonía política en Francia. Encargado del programa económico de la socialista Ségolène Royal hace cinco años, se pasó con armas y bagajes en plena campaña electoral al equipo de Sarkozy, caballo ganador en todas las quinielas. Ahora Hollande le pasa la factura del cambio de chaqueta. «Lo dejaremos a su suerte, su triste suerte. Destino de traidor, eso te persigue toda tu vida».

La venganza es un plato que se come frío. Pero el presidenciable socialista confecciona el menú a la carta del tiempo. Su indulgencia se mide en función de lo que duró la estancia en la otra orilla. El baremo beneficia sobre todo a Jouyvet, su amigo de 30 años, hoy presidente de la Autoridad de los Mercados Financieros. «Se marchó al cabo de unos meses», recuerda Hollande, que completa su particular versión de la parábola del hijo pródigo: «Martin Hirsch se fue al cabo de dos o tres años y Fadela Amara, que yo sepa, ya no es miembro del Gobierno».