opinión

El Rey y la crisis

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El Rey no se hubiera visto obligado a decir que lo siente mucho, que se ha equivocado y que no volverá a ocurrir, de no haberse producido antes una serie de hechos que han provocado un cambio, también histórico, en la percepción que los españoles tienen de la Monarquía.

La presunta corrupción de Urdangarin y el tiro en el pié de Froilán, en lo inmediato; y en lo estructural, la presencia de generaciones de españoles, nacidos en democracia, que no sienten que le deban nada al Rey y se cuestionan la utilidad de la institución que representa y, sobre todo, la devastadora crisis económica, que lleva a buscar culpables en los que descargar la ira del paro y el desahucio, han provocado un vuelco en la manera de ver la Monarquía.

Cuando el desempleo, los recortes, la austeridad, la pérdida de derechos conquistados durante años, la angustia ante el presente y el futuro forman parte de la agenda vital de millones de españoles, es más fácil mirar al Rey como referente para salir de la situación, si da ejemplo, o como blanco de las iras, por su ausencia de ejemplaridad.

Si un yerno del Rey ofrece evidentes síntomas de haber metido la mano en la caja del dinero público, si el propio Rey está dispuesto a irse a cazar elefantes a África en una semana negrísima, dentro de la muy negra crisis en la que vivimos, parece evidente que la irritación, ya endémica de millones de españoles, puede volverse contra el Jefe del Estado como no había ocurrido antes.

La crisis económica está actuando desde hace unos años como una especie de turmix que destroza el tejido de las certezas, lamina instituciones y partidos, provoca desencanto y desesperación en la ciudadanía –hasta términos psiquiátricos–, y hace que salten por los aires las seguridades en las que habíamos vivido. Quizás lo llamativo es que en medio de este vértigo no haya habido un estallido social.

El Rey ha dicho que lo siente, que se ha equivocado que no volverá a ocurrir; esas palabras y su dramatización ante la televisión están muy bien, pero queda ahora ponerlas a limpio. ¿Qué es lo que no volverá a ocurrir? Entiendo que irse a cazar cuando estamos en medio de una crisis elefantiásica, hacer cualquier cosa que no dé una imagen ejemplar, separarse de la angustia de los españoles, zarandeados por la crisis, con actividades que huelen a antiguo y a élite.

Si el golpe del 23-F de 1981 sirvió para legitimar a un Rey no bien visto en un país más bien republicano, ahora la transparencia, la contundencia contra las irregularidades económicas, los hechos ejemplares deben servir para contrarrestar la evidencia de que millones de españoles han dejado de ver a la Monarquía con simpatía para volcar en ella parte de su indignación.