El cineasta Jafar Panahi desafía de nuevo al régimen iraní
Llega a España 'Esto no es una película', el último trabajo del azote de Ahmadhineyad, bajo arresto domiciliario y condenado a 20 años sin dirigir
MADRIDActualizado:No se estrenará en los multicines empotrados en todos los centros comerciales de este país, tampoco llegará (quizás sí escalonadamente) a muchas de las ciudades españolas, pero el aterrizaje en algunas salas nacionales del último filme (y tristemente este adjetivo es probablemente más verdadero que nunca) del cineasta iraní Jafar Panahi es un acontecimiento político y necesario que nos recuerda el sentido de la creatividad en el ser humano. Por mucho que, como reza juguetón su título, ‘Esto no es una película’, la del director hoy encarcelado por 6 años e inhabilitado para dirigir, viajar al extranjero o conceder entrevistas durante 20 años, es quizás una de las pocas que nos hace reflexionar sobre el papel que puede tener el cine para denunciar la falta de libertad y para cuestionarse a sí mismo.
Jafar Panahi, ganador de un León de Oro por ‘El círculo’ (2000) entre muchos otros premios, estuvo encerrado en 2010 en su casa durante meses, a razón del arrestro domiciliario que le había impuesto el régimen de los ayatolás por su apoyo al candidato Hossein Musavi en las anteriores elecciones iraníes y su indignación por la muerte de la joven Neda Agha-Soltan, en las protestas prelectorales iraníes de 2009.
Allí entre las paredes de su casa, Panahi esperaba su sentencia definitiva después de un largo rosario de detenciones, con la prohibición sobre sus espaldas de coger una cámara o hacer nada parecido a una película. Por eso, ‘Esto no es una película’ (emulando a la famosa ‘pipa’ de Magritte), sino un inteligente acto creativo de un hombre frente al delirio de la intolerancia. “La esencia reveladora del arte permite que el artista supere sus problemas y transforme las limitaciones en tema de trabajo artístico a través del proceso de creación”, escribía Panahi en una carta al Festival de Cannes de 2011.
Ayudado por su amigo, el documentalista Mojtaba Mirtahmasb, Panahi no toma la cámara, pero dirige, y no hace una ficción pero evidencia esa siniestra y extrema en la que vive. En ‘Esto no es una película’, asistimos, durante poco más de una hora, a la vida cotidiana entre cuatro paredes del director, a sus tés, a las llamadas continuas con su abogada, a su desesperante espera por una sentencia, que ya sabía draconiana. También vemos la performance de un rodaje, la idea de una película que ya no podrá realizar, pero cuya hipótesis discute, piensa, planea, desnudando al mismo tiempo el acto de creación de una película imposible y la sangrante censura de su país. Panahi realiza una no-película y en el camino hace La película.
A pesar de que el artefacto creativo está alargado y acaba siendo tedioso, a pesar también de que el filme está dirigido sobre todo a los foros de cinéfilos y cineastas que se dan cita en los festivales de medio mundo, es tal su honestidad e ingenio que desarma al espectador
La actitud crítica del cineasta no es nueva. En ‘El círculo’, que además del León de Oro en 2000 ganó el premio FIPRESCI en el Festival de San Sebastián, denunciaba la situación de vejación de la mujer en su país. Antes en ‘El espejo’ (1997), Panahi mostraba ya su interés por los mecanismos espectrales entre ficción y documental (como hace en ‘Esto no es una película), siguiendo el periplo de una niña que busca llegar a su casa sola a la salida de la escuela, y que pasa de ser el personaje de una ficción, a una niña actriz que se harta de los cineastas que la están filmando. ¿Acaso no es esta búsqueda en los límites de la representación una forma de denunciar la gran farsa de un país que condena a sus habitantes a no expresarse?
El delito que se le ha imputado al cineasta es "actuar contra la seguridad nacional y hacer propaganda contra el régimen". Ese mismo régimen que ha ido censurando sus películas y acotando su libertad hasta el desenlace trágico del que somos testigos en 'Esto no es una película'.