Sociedad

FRONTERAS DE NIEBLA

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Tampoco se ha visto claro desde la Cumbre de las Américas el tenebroso asunto de las drogas. Los ponentes sólo se engancharon en discusiones de las que no salió la luz, pero saltaron chispas y todo concluyó sin una declaración final. Acaso sea conveniente, antes de debatir la legalización de la droga, o sea, su despenalización, llegar a un acuerdo acerca de qué es lo que llamamos droga. Sólo lo ven con claridad los que sancionan a los ciclistas y tienen que analizarles la orina. Se sabe que el amor es una droga dura, bastante más fuerte que la aspirina, el gintonic o cualquier producto elaborado por la Tabacalera y todas esas cosas son de venta libre. Si denominamos droga a todo lo que altera nuestra naturaleza, también el café y el ansia de ser nombrado concejal o consejero político debieran considerarse como sustancias estupefacientes. Aunque vistos algunos de los que acceden a esos cargos, los que quedamos estupefactos somos nosotros.

No es partidario el presidente Obama de legalizar la droga. Dice que esa no es la solución, ya que empeoraría el problema en vez de resolverlo. ¿Quién tendrá la receta? La lucha contra el narco está perdida desde hace mucho tiempo. Ha ocasionado y sigue ocasionando miles de muertos -algunos en vida- que buscaban evadirse y probaron, aconsejados por un adicto, ese sendero. Hace falta resistencia y dinero para transitarlo, pero los caminantes no sueñan con la meta, sino con la trayectoria. Quieren sortear el implacable marcaje del mundo. No toleran eso de que los seres humanos «se mueran y no sean felices» y puestos a conseguir una de las dos cosas que nos proponen al nacer, optan por acelerar su desaparición. No son de la misma opinión los capos de la droga. Ni los grandes ni los pequeños. Se cuidan mucho. No suelen fumar, más que puros, y no beben más que champán. Sólo les preocupan que se celebren cumbres donde se debatan las nebulosas fronteras de la droga. Sólo quieren que sea legal la que mata.