Éxito del Espartaco ganadero en Las Ventas
MADRID.Actualizado:De los tres de terna contó solamente el zamorano Alberto Durán, que se encaja y es de temple natural con la mano diestra: el gusto clásico, la mano baja, aplomo. Torero con sentido de la caligrafía: Pero no solo el dibujo: se embragueta, sabe enganchar los toros, los lleva y despide a suerte cargada. Tiene valor. Bien plantado, no mucha estatura, pero cuerpo de torero.
El toledano Raúl Rivera, banderillero raudo y fácil, anduvo brusco con uno de los dos novillos de premio -un segundo de excelente son- y no halló la manera con un quinto picante, no imposible, apto para manos más dúctiles, un toro de poder y no de pintar. A la murciana Conchi Ríos le pesó todo: la seria movilidad del tercero de corrida, muy astifino, armado por delante, y el volumen más que la cara del sexto. Y probablemente no tanto el toro como el viento que la descubría y no le dejó apenas ponerse delante.
El viento hizo auténticos estragos: se metía por debajo de los vuelos de capas y muletas, descubría a cualquiera. Nadie salvo Raúl Rivera en el quinto turno dio con la idea de ponerse en las tablas del tendido 5, único refugio en tardes ventosas en la plaza de Madrid. Conchi Ríos pretendió torear frente a la puerta grande, donde el viento se bate como en efecto sifón. Cuando toreó Alberto Durán pareció por capricho echarse el viento.
Éxito del ganadero: Juan Antonio Ruiz. Espartaco, en la vida artística. Que ya no es ganadero precisamente nuevo. Y aquí, y en tan ventosa ocasión, una prueba de sabiduría. Dos novillos de sobresaliente calidad: un segundo negro, largo, bajo, acapachado, de lindísimo son, de nobleza llamativa; y un cuarto colorado, el de más cuajo de los seis, que embistió con la fe de la bravura, tuvo la fijeza distintiva de la calidad, quiso pronto a todo, descolgó enseguida y respiró con noble alegría.