Rosberg en versión 2.0
El hijo del campeón mundial Keke Rosberg logra su primer triunfo en un Mundial sin dueñoFernando Alonso acabó donde empezó, noveno, y cedió el liderato del campeonato a Lewis Hamilton
Actualizado: GuardarMercedes coronó su imponente fin de semana en China con la primera victoria de Nico Rosberg en la Fórmula 1. Dominó el alemán de principio a fin frente a un pelotón sometido a una extrema igualdad. Es el sueño de Bernie Ecclestone: máxima competencia, finales apretados y certámenes sin dueños. Tres carreras de F-1, tres ganadores distintos en tres escuderías diferentes y con tres líderes cambiantes. Ese es el resumen que deja la cita de Shanghái. Nadie gobierna y el resultado de cada fin de semana se define por detalles. Hamilton es el nuevo líder por una de sus cualidades dudosas: la regularidad. Ha conseguido tres terceros puestos y eso le da para mandar. No hubo lluvia y, por tanto, no hubo opción para Fernando Alonso, que acabó como empezó: noveno.
Rosberg no encontró los problemas en los garajes que fueron comunes a sus competidores. Hubo tantas paradas y tantas estrategias distintas que el Gran Premio se resolvió en los boxes. Una bicoca para los antisistema de la Fórmula 1, cuya proclama ha calado: un deporte de velocidad que se resuelve cuando los coches están parados. Schumacher no pudo certificar la jerarquía de Mercedes por un error de un mecánico. También fallaron en McLaren con una rueda cuando Button tenía a Rosberg a tiro. En cuestión de ritmo de carrera, el Mercedes del alemán fue el más poderoso, seguido a corta distancia por McLaren. Son los dos equipos punteros a día de hoy.
La carrera sirvió de termómetro para calcular lo que puede ser la Fórmula 1 en España cuando Alonso no esté. Seguramente fue la cita más igualada de los últimos años, al menos diez o doce pilotos en la misma franja horaria, separados por escasos segundos. En el berenjenal de cambios de ruedas, de una constante modificación de posiciones motivado por las matemáticas y la simulación de carrera de los ordenadores, encuentran los aficionados puristas la esencia de su deporte. Para los alonsistas, lo que descubrieron la F-1 con el asturiano, aquello fue una decepción sin el artista metido en la refriega.
Ayer solo Rosberg transitó por otras latitudes. Su Mercedes no lo dejó tirado por excesivo desgaste de los neumáticos y su pericia al volante hizo el resto. No se encasquilló como otras veces con un coche poderoso y tampoco le visitó ningún pájaro de mal agüero. La tarde china salió redonda para él.
Niños de papá
Hay un cierto prejuicio frente a Nico Rosberg en el paddock de la Fórmula 1. La nómina de pilotos se divide claramente entre los hijos de papá con la chequera llena y los que tenían que ganar sí o sí para continuar en este mundillo. Como la vida misma. A Rosberg lo despertaban los decibelios en estampida de los fórmula 1 o las sirenas de los yates en el puerto de Mónaco. Criado en el refinado reducto de príncipes y princesas, sin problemas financieros gracias a la fortuna que amasó su padre, el campeón del mundo en 1982 Keke Rosberg; educado en colegios exclusivos que le permiten hablar cinco idiomas, a Rosberg le perseguía hasta ahora la sombra de su célebre progenitor.
Rosberg debutó en 2006 en el mismo equipo con el que papá ganó su Mundial, Williams. Y lo hizo con la vuelta rápida en Bahréin, un detalle que algunos interpretaron como el anticipo de su talento. Pero la Fórmula 1 son coches y luego pilotos, y el alemán arrastraba ya una molesta losa. Demasiados años sin ganar, exceso de paciencia con él. Solo cuatro pilotos a lo largo de la historia habían tardado tanto como Rosberg en conquistar una carrera (111 participaciones).
Jenson Button, que entendía su desesperación (él tardó 113 Grandes Premios en triunfar), lo llama «Britney» por su inconfundible pijería. El inglés empezó a ganar un día (en 2009) y ha descubierto los placeres de ese elixir. Ahora es uno de los pilotos con mejor reputación de la F-1 y conduce un McLaren. Rosberg se ha colocado en el camino. O eso parece.