Pilar del Río: «Saramago es mi militancia»
A punto de cumplirse el segundo aniversario de la muerte del escritor, hablamos con su viuda
MADRID Actualizado: GuardarAntes que el hombre, fueron sus libros lo que la deslumbró. Un lenguaje y unos personajes que parecían de otra época. Su firmeza, su claridad, su humor. Pilar fue a Lisboa a entrevistarle y, tras ese primer encuentro, comenzó una historia de amor que duró 24 años. ¿Qué tenía en común aquella periodista sevillana con el melancólico escritor portugués que doblaba su edad cuando se conocieron? Sin duda, mucho más que la seducción del contraste. Él era hijo de campesinos y trabajó en toda clase de oficios hasta que pudo dedicarse de lleno a la literatura. Ella, la mayor de 15 hermanos, se vio obligada a asumir muy pronto las responsabilidades de una segunda madre... Los dos eran luchadores incansables y defensores de un mundo más justo. Se convirtieron en una pareja de referencia internacional, desde su casa de Lanzarote. Aunque la enfurezca que la consideren 'viuda de', ahora sin él, Pilar está dedicada a la memoria y la obra de José. Aunque, como ella comenta citando a Pessoa, sería mucho más cómodo "entregarse a contemplar el espectáculo del mundo".
Mujer hoy. Acaba de presentar una novela inédita de José. ¿Cómo es su vida sin él?
Pilar del Río. Es una vida con Saramago, aunque sea una vida sin José. Trabajo en su fundación, reorganizando archivos y papeles, poniendo en pie proyectos.
¿Por qué decía José que no querría estar en el lugar de usted cuando él desapareciera? ¿Qué creía que le iba a caer encima?
Pues lo que me está cayendo. Por un lado, tantos proyectos por continuar. Poner en marcha su fundación en Lisboa es como para quitarte el sueño. Muchas veces temo equivocarme. Por otra parte, José era una persona que se metía en todos los charcos. No pasaba jamás alrededor de algo, entraba de lleno. Se enfrentaba a determinados poderes... y pagaba el precio. Siempre estaba levantada el hacha contra él. Yo he heredado todo eso. Y también mucho amor. Las personas que le querían, me respetan, pero las que se la tenían jurada, me la tienen jurada también a mí.
¿Le pesa el papel de 'viuda de'?
¡Yo no soy viuda! No entiendo estas clasificaciones. Ni soy 'madre', ni 'mujer', ni 'viuda', aunque sea todo eso. Me parece necio que se te defina así. A los 62 años, ¿me van a definir como la viuda de Fulanito? Es ridículo. Yo me llamo Pilar del Río. Y se me entrevista por traducir unos libros, por ser la presidenta de la Fundación José Saramago... no por ser la viuda de alguien.
Con las que supongo que sí se identifica es con las heroínas creadas por José Saramago: mujeres fuertes, resolutivas, rebeldes...
Sí. Y, a veces, con los personajes masculinos también... cuando me muero de miedo. Yo soy una mujer que tiene que combatir mucho. Y a veces me siento más como el señor José de 'Todos los nombres', ese libro maravilloso sobre el que Francisco Umbral dijo: "Saramago ha escrito una no novela, sobre un 'no encuentro'; un 'no amor' y unos 'no personajes".
Se ha nacionalizado portuguesa, ¿por qué?
Por razones poéticas, que son las más importantes. Al morir José, sentí la necesidad de ser portuguesa. Me identifico con el Portugal de Saramago y de tantos otros autores. Con el del 25 de abril, el de Vasco Gonçalves. El de la gente que lo está pasando muy mal. Esa es mi gente.
Aquí también se está pasando muy mal...
Aquí hay 45 millones de personas y ¡una riqueza loca! Y una capacidad. Portugal es un país machacado –en parte también por nosotros, los españoles– de 10 millones de habitantes con un salario mínimo ridículo.
¿Qué le parece la idea de una federación ibérica, que lanzó José?
A mí eso me da igual. José era un intelectual y pensaba. Yo no soy intelectual y casi ni pienso. Federación de países o estado federal, monarquía o república son asuntos que me dejan indiferente. Me importa es que la gente tenga casa y pueda comer. Lo demás me parecen problemas de ricos. No me interesan.
¿Cómo era el Saramago cotidiano?
Como todos. Solo que él era un tipo que trabajaba mucho, porque decía que alguien que se cayó tanto durante la dictadura no podía morir sin decirlo todo. Y trabajó hasta sus últimos días.
No había nada distinto en él de su imagen pública, entonces.
No. Esa fue una de las cosas que me sorprendieron cuando le conocí. La forma de mirar el mundo, el sentido del humor, la compasión... Todo lo que atribuimos a su obra estaba en el ser humano. ¡Y de qué manera! Y también la dureza. Porque no era ningún santo, afortunadamente. Nadie quiere estar casado con un santo. Escribía de lo que conocía. Gente de mucho sentir y poco tener. Nunca quiso salir de ese mundo. Y tuvo posibilidades, las circunstancias se lo facilitaron.
La vida con alguien así, le habrá marcado. ¿Qué ha aprendido de él?
Yo es que soy de muy poco aprender. Mira que me pegaban de pequeña y me decían: "Ver, oír y callar". Y yo no he callado nunca. Nunca he aprendido nada, qué pena.
¿No le ha influido?
Me ha enriquecido. Me ha dado perspectivas nuevas para ver las cosas. Me ha aportado muchos sentimientos, muchas personas, amigos... Pero no consiguió sacar partido de mí.
Cuando murió, esta hecatombe que tenemos encima ya estaba clara. ¿Cómo veía él estos tiempos?
Decía que esta no es una crisis económica, que es una crisis moral. Es más, que no es una crisis, sino un crimen contra la humanidad. Él lo definía así. Es el capitalismo sin freno. El freno que había, la Unión Soviética, no nos gustaba. Desde luego, a él no le gustaba, pero era el único freno. Ahora esto es lo que hay. Y me alegro mucho de que no lo haya visto.
Usted es periodista. Ejerce como tertuliana en Canal Sur.
Sí. No hay nada que me guste más que mi profesión. Las circunstancias de la vida me obligaron a dejarla casi por completo. Pero no descarto volver. No quiero dejar de ser periodista por el hecho de tener 62 años.
Pero es muy crítica con la profesión.
Sí. Hace ya varios años participé en un congreso en Lisboa sobre la situación de la prensa. Y recuerdo una intervención gloriosa de un ponente, que dijo que el periodismo se estaba acabando. Que muy pronto se cumpliría el sueño de todo empresario del sector, a saber: hacer periódicos sin periodistas, solo con notas de prensa de gabinetes de información y publicidad. Es un poco exagerado, pero se va cumpliendo.
También es crítica con el 'nuevo-riquismo' español. Decía que nos habíamos vuelto locos comprando: casas, coches...
Hombre, todos tenemos derecho a tener casa. Pero no sé si tenemos la obligación de comprar un piso. Yo fui muy feliz cuarenta y tantos años sin tener nada en propiedad. Y nunca pensé que fuera a tenerlo. Lo que pasa es que llega un momento en que te obligan, te inoculan esa necesidad. Saramago llegó a los 70 años sin tener nada en propiedad. Defiendo el derecho a ser feliz, pero no a la locura. No eres más feliz si te vas a Hawai de vacaciones. Las playas de Almería son igual de buenas.
¿Tiene nostalgia de los comportamientos un poco a la antigua?
Tengo nostalgia de los pequeños placeres que, al final, acaban siendo los grandes; de cuando no podía tomar una cerveza en toda la semana, pero la del domingo con los amigos era una maravilla. Me parece que no hay nada más hermoso en la vida, ¡y no vale dinero!, que salir a dar una vuelta con una amiga; o reunirse en casa a charlar y hacer una tortilla; o hacer el amor.
¿Y eso le parece a usted que ha desaparecido?
Es que yo veo que la gente se va de marcha hasta las tantas. Hace botellón... No entiendo que sea mejor eso. A mí me gusta estar en el parque por la mañana, ver pasar las palomas o escuchar a alguien tocar la guitarra. ¿Que eso es una ñoñería? Pues con eso hicimos el mayo del 68, y no necesariamente emborrachados, porque teníamos que estar muy lúcidos para que no nos tomaran el pelo. Nos lo han tomado luego, de mayores, pero bueno.
¿Ahora la gente ha perdido lucidez?
A mí, cuando vuelvo a casa por la noche, me da miedo. Paso por sitios de botellón, de arcadas, vómitos ... y no sé si lo que siento es compasión o una decepción enorme.
Saramago decía: "Ni tener prisa, ni perder el tiempo". Se hace todo lo contrario.
Se hace todo al revés de lo que yo creo y de lo que quiero. Y que no me digan que son batallitas de la abuela, por favor, porque mi modernidad les asusta. Lo digo porque ya he tenido varios encuentros con jóvenes sobre estos temas.
Parece que su proyecto de vida sigue siendo Saramago.
Es mi militancia. Dime una empresa, un partido o una declaración universal que sea más completo y yo me apunto. Pero como no encuentro nada más bello, ni más profundo, que me haga llegar a más lugares, a más gente, más en tensión, que es como yo quiero vivir, no amodorrada... No encuentro nada mejor. Pero si lo encuentro, me lo quedo. (Más información en MujerHoy.com)