El adiós prematuro a un hogar
El Ayuntamiento decide prescindir de este servicio, que asiste a doce mayores y da empleo a dieciséis mujeres Los ancianos y las trabajadoras de la residencia municipal lamentan su cierre
Actualizado: GuardarEs la hora de comer y por el pasillo comienzan a desfilar sonrisas, miradas cómplices algún que otro beso y bastantes picardías. No son niños, aunque a veces lo parezcan, son los ancianos del piso asistido que se dirigen al comedor con buen apetito. Un síntoma de alegría y bienestar que en los últimos días ha sido alterado por una mala noticia: el cierre inminente de su hogar y la separación de la que, hoy por hoy, es su familia. El Ayuntamiento ha decidido prescindir de la residencia municipal, que con diecisiete plazas, venía prestando servicio desde hace una década en el edificio de Bienestar Social, en la céntrica calle Nevería. El gobierno local lo ha incluido en el plan de ajuste para recortar gastos y el argumento es la conveniencia de deshacerse de competencias que les son impropias, como la asistencia a ancianos, que forma parte de las competencias de la Junta de Andalucía.
La medida, que se ejecutará el 29 de julio, ha sentado como un jarro de agua fría a las dieciséis trabajadoras y a los doce mayores residentes que, como en cualquier otro centro de estas características, aportan el 75% de su pensión como cuota. La edil de Bienestar Social, Mariola Tocino, se ha comprometido a realojarlos, bien en el geriátrico concertado de Valdelagrana, en la residencia privada La Torre, o en la que Diputación gestiona en la calle Zarza. De hecho, dos han sido ya admitidos en Gecosol y uno pasará a un centro de Afanas. Pero los ancianos, como Milagros Cailla, están tristes. A sus noventa años, esta vivaracha mujer que fue vecina de La Inmaculada, quiere pasar sus últimos días en este lugar que considera su propia casa. «No me gusta que el alcalde nos eche de aquí. Tendría que venir aquí a que le dijéramos algunas cosas». Pese a su avanzada edad, Milagros sale a diario a tomarse su café y comprar un 'numerito'. Y como ella, otros compañeros , que gustan de pasear por las calles del centro e ir a misa en la Prioral. Algo que ya no podrán hacer con tanta asiduidad ni independencia cuando los trasladen a Valdelagrana o la Costa Oeste.
Francisca Peinado, una de las trabajadoras, lamenta lo difícil que resultará para los ancianos adaptarse al nuevo entorno. «Aquí tenemos mucha confianza, un trato muy personal. Sabemos qué comida les sienta mal, por qué tose uno de noche, cuál es la situación con sus familiares... Son personas que no están para que se lo hagan todo, pero tampoco para vivir solos. Y este recurso cubre una demanda muy importante, como los enfermos que reciben el alta y no pueden pasar el resto de la convalecencia solos en sus casas». Tocino ha asegurado que el Ayuntamiento pagará la estancia de estos mayores, pero cuando fallezcan las plazas desaparecerán. La edil también lamentó que la Junta no concertara plazas en el piso asistido ni haya construido ninguna residencia de ancianos en El Puerto, que además de las citadas solo cuenta con la de las Hermanitas de los Pobres, en Las Banderas.
Una sospecha desmentida
El cierre del piso asistido no ha sido ninguna sorpresa para la plantilla. La no ocupación de las plazas que se iban quedando libres despertó las sospechas de la plantilla, que trasladó su preocupación a Bienestar Social. El mensaje lanzado desde el área fue de calma y restó importancia al asunto. Pero varios meses después, en febrero, la empresa concesionaria del servicio, Assistel, presentó un Expediente de Regulación Temporal de Empleo alegando falta de pago por parte del Ayuntamiento. Éste reaccionó, se abonaron las cifras pendientes y el ERTE fue retirado. Finalmente, hace dos semanas, se cumplieron los malos presagios. «Ese mismo día Mariola Tocino nos reunió para confirmarnos el cierre».
Pero no por esperado, el cierre ha dejado de ser un mazazo para las trabajadoras, sobre todo teniendo en cuenta sus situaciones personales. En la mayoría de los casos, sus salarios son los únicos que entran en su casa. La media de edad ronda los 45 años y las que no tienen a su marido desempleado, son separadas o viudas, con hijos a su cargo y con alquileres e hipotecas que pagar. Tocino les ha invitado a que realicen propuestas para una posible recolocación y también ha sugerido que pasen a formar parte de la plantilla de Claros, la empresa concesionaria del servicio de ayuda a domicilio. Una salida que ya ha sido descartada, a la vista de que esta empresa mantiene un constante conflicto con su plantilla y el Ayuntamiento a causa de las dificultades para el pago de los salarios. A esto hay que sumar que muchas mujeres no tienen pacientes por el retraso de la Junta en el reconocimiento de nuevos casos de Ley de Dependencia.