Teléfono rojo, volamos a Pyongyang
Corea del Norte celebra hoy entre grandes fastos el centenario de Kim Il-Sung, fundador del régimen comunista y 'Presidente Eterno'
PEKÍN.Actualizado:Nada más aterrizar en Corea del Norte, e incluso antes de dejar las maletas en el hotel, «lo primero que hay que hacer» es ir a la colina de Mansu, que preside la capital, Pyongyang. No lo dicen los folletos turísticos porque, al fin y al cabo, el país más hermético del mundo solo recibe cada año 20.000 visitantes, de los cuales la mayoría son chinos y menos de 3.000 occidentales. Quienes así lo mandan son los «guías-espías» que, asignados por el régimen, se pegan como una lapa al viajero para mantenerlo vigilado durante su estancia y que no se mueva libremente intentando entablar conversación con los norcoreanos.
Siguiendo sus indicaciones, en dicha colina «hay que inclinarse para rendir honores» ante las nuevas estatuas de bronce de 30 metros del difunto 'Querido Líder', Kim Jong-Il, y de su padre, Kim Il-Sung, el fundador de Corea del Norte. Con motivo del centenario de su nacimiento, que se conmemora hoy, el régimen estalinista de Pyongyang ha tirado la casa por la ventana con un completo programa de festejos, desfiles e inauguraciones que incluían unos fuegos artificiales muy especiales: el lanzamiento de un cohete para poner en órbita un satélite espacial que, en realidad, podría ser la prueba encubierta de un misil capaz de golpear Alaska con una cabeza nuclear. Finalmente, al régimen le salió el tiro por la culata y el proyectil estalló el viernes en pleno vuelo minutos después de ser disparado.
Aunque fallido, era un nuevo desafío a EE UU y a sus vecinos, sobre todo a Corea del Sur y Japón, para homenajear al padre de la patria. Fallecido en 1994, Kim Il-Sung ha sido entronizado por la propaganda como 'Presidente Eterno' y sigue ostentando el título de jefe de Estado desde el Mausoleo de Kumsusan, donde se conserva su cuerpo embalsamado.
Tanto su fastuosa tumba de mármol como la humilde choza donde nació, en la colina de Mangyong, son lugares obligados de peregrinaje para los norcoreanos, adoctrinados desde la infancia en el culto al líder. Por si no funciona el lavado de cerebro, una brutal represión se encarga de convencer a los que tienen sus dudas sobre las bondades del régimen en los denominados 'kwan li-so'. Según las organizaciones defensoras de los derechos humanos, en estos campos de reeducación languidecen mediante trabajos forzados unos 200.000 presos políticos.
Por ese motivo, los norcoreanos han festejado estos días el centenario del 'Presidente Eterno'. No en vano, su calendario no marca 2012, sino el año 100 de la era 'juche', que honra el ideario alumbrado por Kim Il-Sung . Tanto él como su hijo y su nieto, Kim Jong-Un, el actual caudillo, son venerados como auténticas deidades. Prueba de ello fue el baño de masas que recibió ayer en Pyongyang el líder en uno de los actos en honor a su abuelo.
En este país oficialmente ateo y donde se persigue el proselitismo religioso, los Kim no solo han instaurado la primera dinastía comunista del mundo, sino también la adoración a la Trinidad socialista del padre, el hijo y el nieto, que intenta emular al fundador de la saga con sus formas, peinado y hasta obesidad.
En la última frontera que queda de la Guerra Fría, el régimen hace ostentación de fuerza con espectaculares desfiles militares y moviliza a su pueblo para perpetuarse en el poder. Con sus grises colmenas de estilo soviético y sus grandes avenidas pobladas de carteles propagandísticos, Pyongyang es una triste ciudad donde lo mejor que le puede ocurrir a uno es pasar desapercibido.
Mientras los 23 millones de norcoreanos malviven con cartillas de racionamiento para paliar la escasez que arrastran desde la Gran Hambruna de los 90 -que se cobró entre 300.000 y dos millones de vidas- el régimen los alimenta en el odio al «imperialismo americano».
Para disuadir a EE UU de un cambio de régimen como en Irak, Pyongyang se ha dotado de armas atómicas. ¿Pero puede realmente atacar las costas americanas con sus misiles? Daniel Pinkston, un experto en el programa nuclear norcoreano de International Crisis Group, cree que «en teoría, un cohete Unha-3 podría alcanzar Hawai, Alaska y la costa oeste de EE UU con una pequeña carga, pero eso no tiene ningún sentido militar porque, como se ha visto con los preparativos del lanzamiento, lleva varios días colocar y repostar el misil en la rampa y es un objetivo estático fácil de destruir».
Otro misterio es el número de armas atómicas en poder de Corea del Norte. «Disponen de plutonio para fabricar entre 6 y 10 bombas», señala Pinkston. Además de las 2.000 centrifugadoras de uranio empobrecido desveladas en noviembre de 2010, este experto sospecha que «es posible que el régimen esté produciendo en instalaciones secretas uranio enriquecido para montar un par de bombas atómicas al año».
Con el único apoyo de China tras el colapso de la Unión Soviética, el anacrónico régimen norcoreano se aferra a su programa nuclear con un solo objetivo: sobrevivir.