LA VIE EN GAUCHE
Actualizado: GuardarNo he sabido que Hollande ganaría la presidencia de Francia hasta que la prensa internacional ha comenzado a interesarse por su pareja. Lo parecía, sin embargo, atendiendo al modo con que los políticos de todas las tendencias apaleaban Europa y a los ricos, desmantelaban la iniciativa privada y castigaban el éxito, hablaban mal de los banqueros, prometían impuestos sobre la renta e incidían sobre los jóvenes y el desempleo. Por esa vía debería discurrir la vida a la izquierda, pero el electorado había comprendido que era por donde sencillamente debía transitar la vida de los franceses. No ofrece la emoción de Sarkozy, pero sí mayor seguridad. Además, que haya sido esta una campaña embarrada no significa que los electores no lo hayan tenido claro desde el principio y prefieran el cambio. A pesar de los tremendos fallos del candidato que con mayor honestidad encarna estas ideas. El aburrido y timorato Hollande, en las antípodas del carisma que ha venido adornando a sus presidentes. Decía un colega que su liderazgo es más fruto de la impopularidad de Sarkozy que de la pasión de sus propias manifestaciones. En la Abadía Saint Germaine, en Auxerre, donde hablaron Juana de Arco, Luis XIV y Napoleón III, debió de aburrir a los muertos. Y eso que el público era más bien joven y prometió «nuevas esperanzas, controlar los mercados y evitar la erosión de los servicios públicos».
Pero llegó 'Ella', con trazas de 'señor de los anillos', o de 'rottweiler', como cariñosamente la apodan algunos colegas del humor radiofónico, y ella se ríe. Aunque su apellido sea Trierweileer, el de su segundo marido. Porque ha tropezado hasta tres veces en la misma piedra. De las dos primeras le quedaron tres hijos adolescentes, lo que parece ya un número cabalístico. Diva, duquesa, princesa, para quienes la odian desde el poder y, simplemente, Valérie, de 47 años, para los socialistas que ensalzan su talento. Actual compañera de Hollande y, al decir de la encuestas, la próxima primera dama de Francia.
Con los ingredientes de una periodista de mente abierta, presentadora de televisión, y ahora brazo armado implantado en el cuerpo dócil y adelgazado del primer candidato de la izquierda. Señorial y callada, madre deslenguada y protectora de Hollande, decidida a interpretar un segundo papel, incluso después de su llegada al Elíseo. En el mitin de reconciliación de su pareja con Segolène Royal, se adjudicó a sí misma un lugar secundario. Y confesó al diario 'Libération': «Soy la mujer de un político y ella una política. Por consiguiente, no hay rivalidad entre nosotras».
Hija de un impedido y de una taquillera de pista de hielo, simpatiza con los que dicen «que no parezco de izquierdas y actúo despótica y con arrogancia, pero solo se trata de timidez». De cubrir a los socialistas en 'Paris Match' ha pasado a escribir artículos («tengo que mantener tres hijos, y no quiero vivir a expensas del Estado»). Cuando su revista la llevó a portada como «el encantador activo de François», colgó un mensaje en Twitter, que decía: «Bravo por su sexismo». A los franceses les gustan las mujeres de tralla, Danielle Mitterrand, Carla Bruni... Como a mí.